«Adiós a la memoria”: Nicolás Prividera recorre su propia historia

Llega a la sala Lugones la nueva película del director de “M” y “Tierra de los Padres”, quien viene de presentar este emotivo relato en varios festivales

“Adiós a la memoria”, es la nueva propuesta de Nicolás Prividera, una sentida reflexión sobre el paso del tiempo, los recuerdos y sobre cómo el legado marca a fuego a las personas.

En Adiós a la memoria, un padre registra la vida de su hijo en filmaciones caseras, imágenes que más tarde su hijo, ante la enfermedad irreversible de su progenitor, utiliza para realizar una película que da cuenta de la difícil relación entre ellos y la historia de un país que parece insistir en no aprender de sus errores.

Con proyecciones en Sala Leopoldo Lugones, la propuesta se estrena esta semana en el templo de la cinefilia argentina, el espacio ideal para que llegue a los espectadores.

Tras recorrer varios festivales, finalmente la película llega a la sala, ¿qué significa para vos que esto suceda finalmente?

Una gran alegría, sobre todo en este contexto, porque llegar a la sala implica volver a las salas, y mezclarse con el público luego de demasiadas proyecciones virtuales…

¿Cómo surgió el proyecto?

De revisar las viejas filmaciones familiares cuando estaba haciendo mi primera película (M, 2007). Ahí vi que ese material desbordaba lo que yo estaba haciendo en ese momento, y “pedía” su propia película. Pero durante mucho tiempo no le encontré la vuelta a cómo o sobre qué debía girar esa película. Hasta que cuando mi padre empezó a perder la memoria, eso actuó como disparador y a la vez  como eje, para pensar todas las dimensiones de la memoria.

¿Qué descubriste sobre tu padre, tu historia y vos mismo en el camino?

No sé si descubrí algo nuevo en este caso, porque ya había visto innumerables veces esos materiales. Pero por eso mismo intenté tratar de tener una mirada fresca, o puesta a jugar desde el propio momento en que esta película se hacía. Por eso las continuas referencias al presente, sin las cuales ese pasado no se entiende.

¿Cuándo decidiste que ibas a utilizar archivos?

Desde el inicio. Eso era lo único que tenía en claro. Incluso pensé que iba a ser solo ese el material a utilizar. Pero después surgió esta necesidad de atestiguar el presente desde el que se habla.

¿Qué significa tras el proyecto, la memoria para vos?

Todo y nada. Es algo muy difícil de asir, sin terminar diciendo generalidades o vaguedades. Pero lo que tengo claro es que no hay memoria personal que no sea compartida. No solo porque recordamos con alguien o para alguien, sino porque nuestra memoria siempre está dialogando con la de otros, sea la familia, la propia comunidad, o eso que solemos llamar nacionalidad.

La figura paterna, el padre, es uno de los grandes mitos fundantes de las identidades. ¿Qué pasa cuando esa figura se desdibuja y el olvido lo apresa?

Su caída también es parte de esos mitos. Toda la cultura puede ser vista (incluso sin ponerse muy freudiano) como el esfuerzo por sostener o derribar las figuras paternas. Después de todo, como sugiere el poema de Horacio Castillo “Anquises sobre los hombros”, también nosotros nos convertiremos en esa figura temida o vencida.

¿Cómo has vivido la buena recepción que ha tenido el proyecto tanto de la crítica especializada como del público que ya la pudo ver?

Me deja un poco más tranquilo. Cuando uno está encerrado en el proceso (y si es lo suficientemente honesto con su búsqueda, es decir, si se trata de algo que va encontrando su forma en el camino), uno termina no sabiendo muy bien lo que está haciendo. Así que esa primera aprobación tranquiliza. Pero un poco nomás, antes de volver a sospechar de todo…

¿A qué nunca le debemos decir Adiós?

A nada. No quisiera caer en una filosofía de sobrecito de azúcar, pero si para algo debemos estar preparados (aunque nunca lo estemos) es para decir adiós.

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