La realizadora Sabrina Moreno presenta en CINEAR, tras presentarse en el 34 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, “Azul el mar”, o el viaje hacia el descubrimiento de Lola (Umbra Colombo) que desea romper con estructuras y mandatos en medio de unas vacaciones familiares.
¿Cómo nació Azul el mar?
Yo estaba teniendo sueños con el mar y con mi infancia, se me venían recuerdos de los viajes que hacíamos con mi familia. Entonces empecé a preguntarles a mis hermanos qué es lo que ellos recordaban, y fui tomando varios elementos para armar el guión. Tenía una gran necesidad de plasmar esas imágenes y volverlas permanentes, nosotros ya nos estábamos haciendo grandes y cada uno comenzaba a construir su propia vida. Entonces para mí, esta película surge como una hermosa despedida a eso que fuimos alguna vez.
Luego el guion quedó seleccionado en el Berlinale Talent Campus de Berlín y allí comenzó un lento camino, luego viajé a España y estuve desarrollando el proyecto mientras estudiaba en la Media Business School, y cuando volví me asocié con Paola y nos presentamos al Concurso Raymundo Gleyzer. Cuando ganamos todo se acomodó un poco más, y ya la película se volvió algo posible. Luego ganamos el Concurso de Opera prima del Polo Audiovisual Córdoba y entonces pudimos dar luz verde al rodaje. Todo esto llevó más de diez años hasta llegar al set. Fue muy complejo, pero hoy veo la película y me alegro de haberlo logrado.
¿Fue difícil encontrar a la protagonista?
Siempre es difícil porque una se va generando imágenes a medida que va escribiendo, y va asumiendo una manera de acercarse al trabajo con la actriz, de vínculos que le gustaría generar. Entonces una se crea ciertas expectativas de la búsqueda a realizar. Pero luego cuando sucede es al revés, porque se transforma en algo simple. A Umbra la ví en una foto que me llamó la atención, nos contactamos para tomar un café, hablamos tres horas de nuestras vidas y mientras la escuchaba, pude ver cierta nostalgia en sus ojos, entonces supe que era ella. Y en el rodaje fue todo más sencillo porque ella tenía muy claro quién era el personaje y cómo abordarlo.
Más allá de sus necesidades, y el tiempo de esparcimiento, la protagonista es un personaje femenino fuerte, que va a por sus deseos y pasiones ¿cómo fue desenmarcarse del tradicional estereotipo sobre la “madre” en el guion?
Creo que la dimensión del personaje se logra porque para escribir me baso en la observación que hago de los demás, en este caso de mi madre y de las otras madres. Y pienso que mi manera de verlas es en sus fortalezas, en lo que hacen, a pesar de todo. Me interesaba trabajar con las contradicciones, con lo ambiguo que convive en nosotros. Y Lola tiene eso, parece que la podés definir fácilmente pero entonces hace algo en algún momento y se sale del papel que “supuestamente” le correspondía.
¿Qué fue lo más difícil de rodar siendo que trabajas en la película con niños, arena, exteriores, etc.?
Lo más difícil era el día a día, salir en busca de cada milagro, de cada regalo que nos diera el rodaje. Filmamos la mayoría en exteriores en una ciudad en donde el clima es muy cambiante. En el mismo día sale el sol, luego te atormenta el viento y de pronto se puede largar a llover, todo cambia en cualquier momento. Entonces eso era un gran desafío. Pero también sabíamos que era parte del hacer y que íbamos a convivir con ese cambio constante. Que luego es lo que hizo que la película también sea lo que es hoy.
Porque el primer día que necesitábamos un cielo despejado para hacer el primer plano del amanecer fue mágico. Llegamos a esa playa y el sol se fue poniendo y la película se materializó. Y el día que necesitábamos mucho viento para una escena fue el día más ventoso de todo el rodaje y el mar tenía espuma y todo el escenario era ideal.
Así que el clima y la naturaleza nos acompañaron un montón. Y luego el trabajo con los niños fue complejo en el sentido de la logística. De locaciones, de horarios, de cómo filmar cada escena, pero todo eso se convirtió en la dinámica misma del rodaje. Y una vez que ellos llegaban, el set se llenaba de alegría y amor, además de que ponían todo de sí en cada escena. Imagínate, ellos iban al colegio y luego venían al rodaje a hacer sus escenas, con toda la energía para trabajar al igual que los adultos, para improvisar, para jugar, para proponerme cosas. Así que para mí no fue como el lema que dice que “filmar con niños es muy difícil”, al contrario, yo lo disfruté un montón.
¿Cómo te sentís al estrenar la propuesta en CINEAR?
La verdad es que si bien antes de tomar la decisión, estábamos un poco a la espera de ver qué pasaba. Porque la película fue pensada para verse en el cine y porque toda la propuesta tanto visual como sonora se armó para eso. Una vez que comprendimos todo lo bueno que nos traía esta oportunidad, me entusiasmó. El hecho de contar con una plataforma y con una fecha precisa, cosa que cuando buscas salas para exhibir es bastante incierto y muy sobre el momento, nos permitió poder encarar la estrategia de difusión de otra manera.
Tuvimos más tiempo para preparar las redes y buscar conectarnos desde allí. Y al proyectarse en todo el país hasta en lugares que ni te imaginabas que podías llegar, también resulta muy beneficioso para la película y para quienes quieran recibirla. Hoy la plataforma de CineAr ha logrado reunir una gran comunidad. El hecho de que la mayoría de la gente está en su casa, y de que no hay tanques hollywoodenses estrenándose en las pantallas, permite que las películas nacionales puedan reencontrarse con ese público. Nos permite acercarnos y ser re-descubiertos.
¿Estás con algún nuevo proyecto?
Sí, en este momento estoy desarrollando mi segunda película que se llama “La casa de las puertas y ventanas”. Es un proyecto con muchas actrices y estamos buscando coproductores, la idea sería poder filmar el próximo año, si todo va bien.