“Caperucita Roja”: Tatiana Mazú González estrena su premiada realización

Tras pasar por varios festivales, esta semana llega al Gaumont este potente relato de la directora en la que ella junto a su abuela discuten sobre los cambios sociales mientras el movimiento de mujeres toma las calles de la ciudad.

Tatiana Mazú González, con una prolífica producción que incluye los largos «El Estado de las Cosas» y «Río Turbio», además de formar parte del colectivo Antes Muerto, se ha afirmado como una de las grandes revelaciones del cine local.

En el reciente 21 DOCBUENOSAIRES fue parte de la sección de «La política de las autoras», y tanto la Directora General de la muestra, Carmen Guarini, como su Director Artístico, Roger Koza, advirtieron sobre la necesidad de seguir los pasos de una realizadora potente y con convicciones.

Con «Caperucita Roja», la realizadora bucea, una vez más, en su familia para desarrollar, desde la historia de su abuela, una semblanza sobre el feminismo y la autodeterminación como motor clave para impulsar cambios.

¿Cuándo supiste que querías ser directora de cine?

En realidad también soy fotógrafa, ilustro libros infantiles, hago dirección de arte y vestuario en películas de ficción y videoclips. Edito, trabajo muchas veces como diseñadora gráfica y he sobrevivido en varios momentos cocinando y vendiendo comida. No me motiva una idea de “carrera profesional como directora”, sino que siento al cine como una forma de relacionarme con el mundo, de hacerme preguntas sobre la realidad a través de imágenes, sonidos y tiempo. Es la que orgánicamente ha ido tomando cada vez más espacio en mi vida. Pero hago otras cosas en simultáneo que podrán en algún momento ganar terreno. Y en realidad tampoco me gusta la idea de “directora”, soy muy entusiasta del trabajo colectivo y prefiero pensarme como “realizadora”.

¿Cuándo supiste que temas personales te permitirían construir relatos que atraviesan la historia de la lucha de mujeres aquí y en el mundo?

En 2010 estaba estudiando en la Universidad Nacional de las Artes -ex IUNA-. Estaba por dejar la carrera. De hecho, fue justo cuando se desató a nivel nacional una lucha estudiantil masiva en defensa de la educación pública, sobre todo en reclamo de mayor presupuesto porque las condiciones materiales de cursada y trabajo en la mayor parte de las universidades públicas eran muy precarias -y lo siguen siendo-. Estuvimos casi cuatro meses tomando las facultades y el rectorado de la UNA. Fue en ese contexto que me hice amiga del grupo de personas que hoy forman Antes Muerto, el colectivo de cine de no ficción del que formo parte. En ese contexto también formamos un colectivo contrainformativo junto a otrxs compañerxs de la Universidad y empecé a producir mi primer cortometraje, que era una ficción que nunca vio la luz. También por esos meses viajé por primera vez a un Encuentro Nacional de Mujeres. Fue ese el año en el que entonces me asumí feminista y en el que comencé a reconocerme también como activista de izquierda, en medio de un clima que favorecía los debates sobre las vanguardias artísticas y estéticas, sobre lo personal y lo político, sobre el pasado en relación al presente y los posibles futuros. Viajé a ese ENM con una cámara y una grabadora de sonido a registrar la fuerza cotidiana de esa experiencia, de la que participaban mis amigas, mis compañeras, mi mamá, mi hermana. Algunos de esos materiales fueron los disparadores para el que terminó siendo finalmente mi primer corto estrenado, “La internacional”, un documental de archivo familiar sobre mi hermana menor como militante de izquierda, donde justamente lo público y lo privado se cruzaban o, mejor dicho, demostraban ser parte de un continuo histórico, tal cual estaba volviendo a recordárnoslo la nueva ola feminista que empezaba a abrirse paso por esos años.

¿Crees en el cine como herramienta política de transformación y divulgación?

Creo fuertemente que el cine puede ser parte de los procesos de demolición y transformación del mundo capitalista y patriarcal que habitamos. Y apuesto por un cine que tome posición clara en ese sentido y que a la vez formalmente abra el campo y perfore la hipercirculación anestésica de las imágenes y sonidos hegemónicos contemporáneos.

¿Sentís en un punto que tus películas sirven también de catarsis para exorcizar temas de tu propia vida y familia?

Seguramente, como a todo el mundo. Quizás es visible en mi cine, como lo es en el de muchas otras cineastas mujeres, que de por sí estamos socialmente habilitadas a manifestar públicamente nuestras fragilidades y que luego hemos podido reconvertir ese mandato al leerlo bajo las luces de lo público y político. Pero no es desde la catarsis en sí desde donde enfoco los procesos creativos a nivel consciente: en las dos películas se parte del “yo” autoconsciente pero hacia encuentros directos con otras, que son las que terminan tomando la palabra y sobre las que giran y crecen los universos narrativos de las películas.

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