Por Marcelo Alderete
Profesiones de peligro
Decir que los directores de festivales de cine se comportan cada vez más como políticos en campaña que como cinéfilos, o amantes del cine, puede no ser del todo cierto, pero es una aseveración que tiene algo de verdad. Basta escuchar sus discursos o leer sus declaraciones para ver que todo es un llamado a la felicidad, el optimismo y la esperanza (y no solo en relación al cine). Siempre dirigiéndose a una supuesta “comunidad” compuesta por directores, productores, distribuidores, críticos y todos los etcéteras que componen el mundillo del cine. Aunque parte de ese comportamiento quizás se justifique, ya que ser director de un festival de cine hoy en día es un trabajo incierto, que siempre parece depender de políticos que desde las sombras, y a veces a plena luz del día, toman las decisiones más disparatadas en nombre de vaya uno a saber qué climas o decisiones políticas de turno. ¿Alguien puede creer que un político, incluso aquellos con un cargo que incluya la palabra “cultura” en su título, sea capaz de discernir sobre el éxito o el fracaso de la programación de un festival? Y sin embargo ocurre. Por eso tampoco es justo enojarse con los directores de festivales de cine. Ellos, al igual que los personajes de aquella gran película de Renoir, también tienen sus motivos para comportarse de la manera en la que se comportan. Visto desde ese lugar, la pasada edición de la Berlinale fue un éxito.
Críticos negativos
Participar de un festival en versión online no es participar de un festival. Es ver películas en la soledad del hogar, en una pantalla de TV o en el monitor de una computadora. Más allá de los gadgets electrónicos que mejoran la calidad técnica de la experiencia y el ambiente que podamos lograr. Por eso, e incluso con la ayuda de algunas personas (espías) muy cercanas que me mantuvieron informado casi diariamente de lo que ocurría, no sería justo dar una opinión de lo que fue realmente el festival. Lo que hace a un festival va más allá de las películas. Ese “algo más” es demasiado extenso como para tratar de explicarlo en estas breves líneas, así que ni siquiera lo intentaremos. Sin embargo, fue el crítico español Jaime Pena quien definió muy bien lo que se sintió en Berlín en esta vuelta a la presencialidad, a través de un tweet que decía: “Era difícil afrontarlo de manera positiva cuando cada mañana tenías que hacerte un test y lo primero que deseabas era leer la palabra negativo”. Son estas épocas tan extrañas que las palabras “Negativo” y “Positivo” no solo se volvieron de uso diario en nuestros vocabularios, sino que también alteraron su significado.
Un mundo que se despide
La competencia oficial de esta edición, no tuvo como el año pasado títulos a la altura de “Wheel of Fortune and Fantasy” de Ryûsuke Hamaguchi o “What do we see when we look at the sky?” de Alexandre Koberidze, pero sí tuvo la suerte de contar con nombre de autores consagrados y la aparición inesperada de una película del histórico director italiano Paolo Taviani, en solitario luego de la muerte de su hermano. “Leonora addio” es una película extraña, que invoca el espíritu de Luigi Pirandello. Por esas casualidades, otra película presentada en el Forum, “A flower in the mouth” de Eric Baudelaire, también se basa en una obra teatral del escritor. “Leonora addio”, a través de la vida y de los escritos del autor, nos habla de Italia, de unas épocas y de un cine que ya forman parte de un pasado increíblemente lejano. Al igual que ocurre con “Benediciton” de Terence Davies, en la película de Taviani hay una sensación de despedida a un mundo y a una forma de entender el cine que parece no tener continuadores.
El amor según Clara
En el mundo según Claire Denis el amor no es algo que aparece para calmar las almas nobles sino todo lo contrario. Es una fuerza tan poderosa que, como en el título en español de aquella novela japonesa, destruye ciudades, transformando la vida de sus personajes en una guerra en la que los momentos de calma solo significan una espera para la próxima batalla. Como dice en un momento el personaje interpretado por Juliette Binoche: “Acá vamos de nuevo. El amor, el miedo, las noches sin dormir, el teléfono al lado de la cama… Mojarse.” En su película “Un beau soleil intérieur” (2017), (realizada bajo el mismo sistema de rodaje y producción que ésta, mientras la realizadora esperaba que se concreten los detalles de películas de mayor producción), Denis basaba su guion en los escritos de Roland Barthes, pero es finalmente aquí con “Avec amour et acharnement” (“Both sides of the blade», en inglés) que realiza su película barthesiana. Aquí están los verdaderos fragmentos, que se parecen más a esquirlas, de un discurso amoroso.
La imagen de la música
“This Much I Know To Be True” de Andrew Dominik es un documental sobre Nick Cave. En él se registra, de manera fastuosa, al cantante junto a su colega Warren Ellis, interpretando canciones de sus últimos discos en un espacio preparado para la ocasión. Las imágenes que el director registra son bellas, lustrosas, y artificiales, pero aun así, algo de emoción, siempre gracias a la interpretación de Cave, logra colarse entre tanto esteticismo. “Rewind & Play” de Alain Goomis nos muestra la visita de Thelonius Monk a París en diciembre de 1969, registrada por la televisión francesa. Las imágenes nos muestran la incomodidad de Monk y la idiotez de la TV cuando trata de lidiar con verdaderos artistas. Al ver las dos películas queda en claro en que los artistas de hoy viven con una imagen de ellos mismos creada a partir de su fama y éxitos, mientras que los de antaño tenían que lidiar con la realidad de la vida para poder seguir ejerciendo su arte.
Escuela de Robinsones
“À vendredi, Robinson” de Mitra Farahani está protagonizada por el productor y director iraní Ebrahim Golestan y ese gran actor que es Jean-Luc Godard. La película está armada a partir de unos intercambios entre los protagonistas, quienes nunca llegan a encontrarse en persona, en las que discurren sobre el mundo, el cine, y algunos otros temas. El mérito de la directora es haber logrado recrear el espíritu de las últimas obras de Godard, pero transformando ese mundo rebosante de ideas, imágenes y palabras, en algo más cercano a una comedia. Y eso se debe en gran parte a la actuación de JLG, quien se muestra alegre y distendido, alejado de las preocupaciones y tomando un vino mientras mira a la cámara y nos sonríe satisfecho. Este Godard feliz fue una de las revelaciones de la Berlinale.
El futuro por venir
Quedan muchas buenas películas de las que no hablamos y que seguramente, con el pasar de los meses, comenzarán a aparecer en festivales o plataformas. “Coma” de Bertrand Bonello, una carta a su hija y una adenda low fi a su película “Nocturama”. “O trio em mi bemol” de Rita Azevedo Gómez, quizás la película más luminosa del festival, en donde Rita, como suelen hacer los grandes cineastas, se vuelve a reunir con su grupo de amigos y colaboradores, Pierre Léon, Ado Arrieta y Éric Rohmer (desde el más allá), para adaptar la única obra de teatro que escribió Rohmer. “Afterwater” de Dane Komljen, quien vuelve a tratar de capturar la lógica de los sueños y lo onírico en imágenes, en una película tan bella como ardua. “The Novelist’s Film” de Hong Sangsoo, en donde el surcoreano vuelve a su romance fílmico con la actriz Kim Minhee. “Mato seco em chamas” de Adirley Queirós y Joana Pimenta, una película polémica y tan poderosa como actual, basta escuchar las noticias en Argentina. “Viens je t’emmène” de Alain Guiraudie, quizás el director más valiente de la actualidad, tan valiente como para realizar una comedia sobre prostitutas, atentados terroristas, inmigrantes y vecinos tan buenos como malos, dependiendo de la ocasión. “Occhiali Neri” de Dario Argento, una vuelta a la mejor forma de una leyenda del cine, y esta vez nuevamente acompañado por su hija Asia Argento. “The United States of America” de James Benning, un director al que el encierro de los últimos tiempos no hizo más que aumentar sus ganas de filmar, realizando esta vez uno de los grandes títulos de su filmografía. “Nuclear Family” de Erin Wilkerson y Travis Wilkerson, vista en el pasado Festival de Mar del Plata, un film tan bello visualmente como político en su discurso. En fin, muchas películas que nos acompañaran en lo que queda del año y nos harán nuestros días más felices.
El pasado por venir
¿Qué será de los festivales? Vaya uno a saber. A pesar de los cambios que nos prometía el futuro, los festivales se dieron cuenta que lo queda por delante es volver al pasado. Un pasado en donde los espectadores podían entrar a los cines y andar por la vida tranquilamente. Al fin de cuentas, es lo que todos esperamos. Y no solo de los festivales.