Por MARCELO ALDERETE (*)
Escribí en varios lugares que los festivales de cine más pequeños supieron enfrentar mejor los cambios sufridos a partir de la pandemia que los grandes. Pero a medida que el mundo vuelve a cierta normalidad, no estoy muy seguro de esto. Quizás al no tener que lidiar con alfombras rojas, gente famosa y decenas de estrenos mundiales, simplemente supieron enfrentar la situación con mayor tranquilidad y decoro. Mientras que los otros, los grandotes, trataban de sostener su importancia, a veces incluso por encima de las películas y la audiencia.
Venecia se llevó a cabo de manera presencial, pero es poco lo que se recuerda de lo ocurrido allí y de las películas que pasaron. Queda una foto en la que se reunieron los directores de los festivales más importantes, de los cuales uno dejó de serlo durante la pandemia (ya volveremos sobre el tema), y poco más. Cannes, con su edición online, tampoco pudo lograr mayor repercusión. A pesar de que la “prensa especializada” habló de un mercado exitoso, las voces en off de algunos involucrados y participantes indicaban lo contrario. Verlo a Thierry Fremeaux sin su traje habitual sentado en un cine vacío, presentando películas desde una grabación, dejaba en claro que las cosas habían cambiado y que desde la virtualidad era difícil mantener el entusiasmo. Ni hablar del glamour. Toronto realizó una versión reducida en general y sacrificando, en particular, a su sección más interesante, Wavelenghts, que apenas presentó un par de títulos. Los estrenos mundiales de las películas se realizaron, en el mejor de los casos, para unos pocos profesionales de manera presencial o fueron virtuales. Los directores se acostumbraron a que sus películas lleven el sello de festivales en los que participaron desde el living de su casa. Hasta existen casos de películas que formaron parte de festivales que ni siquiera tuvieron una edición virtual. Incluso muchos títulos completaran su circulación en festivales sin haber sido exhibidos en una sala con público. La Berlinale, uno de los cinco festivales más importantes (y de mayor presupuesto) del mundo, parece haber aprendido de lo que fue ocurriendo durante el año con sus colegas.
Durante la edición pasada de la Berlinale, las noticias de un virus que estaba causando estragos en China era algo lejano. El dato de que la comitiva de ese país había suspendido su participación en el mercado no causó mayores alarmas. Pero eso fue durante los primeros días del evento. A medida que los días pasaban las noticias cada vez eran peores y el final del festival nos encontró a todos los participantes volviendo a nuestros hogares con cierto apuro y preocupación. A partir de mediados de marzo ya nada sería lo mismo. El mundo se detuvo y los festivales de cine dejaron de ser algo importante. Algunos alcanzaron a llevarse a cabo en esos días, pero la mayoría debió suspenderse, cancelarse o cambiar sus fechas y formatos. Hacer un resumen de lo ocurrido durante la pandemia, a casi un año de ser declarada, es algo que me excede. Ya todos leímos, vimos y sufrimos sus consecuencias. Mejor continuemos con los festivales de cine.
LA PREVIA
La Berlinale parece haber tomado nota de los errores de sus colegas y ordenado las cosas un poco mejor. Al menos desde la venta previa del evento y la forma en la que, nos dicen, va a funcionar. Para este año la Berlinale se dividió en dos partes. La primera será del 1 al 5 de marzo, respetando aproximadamente sus fechas de siempre, bajo el nombre de Industry Event. Durante estos días se llevará a cabo de manera online el mercado del festival y se podrán ver todas las películas, incluidas las competencias. Meses más tarde, en junio del 9 al 20, con el título de Summer Special, las películas, finalmente, serán exhibidas para el público en las salas de la ciudad. De esta manera la Berlinale se asegura sus estrenos mundiales (e internacionales) sin perjudicar a los festivales grandes que vienen después. Pero sí perjudicando a ciertos festivales más pequeños que, de haber realizado la Berlinale el festival completo en junio, podrían haber contado con algunos estrenos mundiales. Siempre alguien gana y alguien pierde. Y si algo quedó en claro en estos meses es que, como cantaba el finado Leonard Cohen, los ricos siguen ricos y los pobres siguen pobres y los festivales grandes siguen queriendo tenerlo todo.
Una de las pocas cosas buenas de las ediciones online de los festivales es que nos hacen creer que podremos ver todas las películas que se presentan. Aunque después la acumulación de horas frente a la pantalla y otros tipos de distracciones hogareñas nos demuestren que no será así. La Berlinale decidió, en esta primera parte, reducir el número de días del festival en cinco. En el festival participan más de 100 títulos, con más de 70 estrenos mundiales. Durante ese tiempo, cada película tendrá su fecha de estreno a partir de la cual podrá ser vista durante 24hs. Y por día se estrenarán alrededor de 25 títulos. Sepan entender que la precisión en los números no es mi fuerte, pero por ahí andan. Es decir, una cantidad de películas que hacen que ver todo sea imposible. Y eso que no estamos contando las retrospectivas (que no serán parte del festival online), ni las series. Me dirán, y con razón, que Berlín en su formato presencial presenta más películas y que hay que conseguir las entradas, desplazarse por la ciudad, cruzarse con gente, etcétera. Pero por eso mi pregunta es: ya que estamos todos en nuestras casas, ¿por qué no extender en más días al festival y así la posibilidad de ver más películas?
El festival, como si esto fuera poco, también decidió utilizar el embargo para la prensa. Esto es: hay que esperar un día (en algunos casos horas) para hablar o publicar sobre ciertas películas. Nunca entendí bien esto del embargo. Es como si los organizadores de los festivales pensaran que los críticos de cine son gente con mucha influencia en el público. O que los programadores funcionan como una manada que repite lo que escuchan decir a sus colegas. Bueno, esto último quizás no sea del todo falso. En verdad los únicos favorecidos son los grandes medios (Variety, y otros de esos pasquines con notas previamente pagas), quienes así pueden acceder a exclusividades y esas cosas. En el mundo de los festivales no existe la democracia. Es un mundo monárquico, lleno de jerarquías y gente dispuesta a todo por llegar a los más altos lugares. Pero eso, a mi edad, ya casi no me molesta. Lo que sí me molesta es, por culpa del maldito embargo, no poder contarles que un conocido, uno de esos privilegiados, me cuenta que ya vio cuatro películas de la competencia internacional, y que las cuatro resultaron buenas o muy buenas. Y me agrega que la segunda película del georgiano, al que le gusta utilizar títulos largos, es una obra fantástica y poética y además un canto de amor y justicia a los argentinos (?), a uno en especial: Messi. O que el coreano que no habla de política vuelve a las suyas con una película en blanco y negro de poco más de una hora de duración, y que el rumano prolífico hizo una comedia brutal sobre la pandemia (“¡con escenas de sexo explicito!”, agrega) o que el japonés que antes dividió su película en dos ahora lo hace en tres. Pero no puedo contarlo porque estoy embargado. Y no sólo de la emoción.
Por suerte aún quedan algunos días para poder hacerlo. Espero que me acompañen.
* (Marcelo Alderete Moon comenzó a trabajar para el festival Buenos Aires Festival de Cine Independiente (BAFICI) en 1999, en donde se desempeñó en diferentes áreas hasta el año 2009. Desde el 2009 forma parte del equipo de programadores del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. También trabaja como programador para el Festival Internacional de Cine Antofagasta, Chile (ANTOFADOCS).