“Cry Macho”: una nueva lección de cine de Clint Eastwood.

Rodada en pandemia, la propuesta del mítico actor y director trasciende el hecho cinematográfico.

La nueva película del nonagenario actor y realizador Clint Eastwood se convierte, a los pocos minutos de iniciada, en una perfecta elegía sobre las relaciones y la necesidad de completarse, siempre, con el otro, no importa la edad que se tenga.

Miko (Eastwood) supo de épocas de gloria, del calor del hogar, de una mujer que lo abrazaba al regreso de cada rodeo, de un hijo que iba camino a repetir un legado en el que la vida en el circuito de rodeos y caballos iban a permitirle subsistir dignamente. Pero todo se truncó cuando un accidente torció el destino de sus vidas y acciones.

«Cry Macho», la película número 35 como director de Eastwood, recupera la clásica narrativa del camino del héroe, sumando elementos del western y el melodrama para volver a demostrar su amor y pasión por el cine.

A los pocos minutos de iniciada, su jefe, encarnado por el solvente Dwight Yoakman, le llama la atención sobre su llegada tarde al trabajo. “Son las 10.30, llegas tarde”, le recrimina. Miko, cansino, abrumado por el paso del tiempo, por el ritmo de una vida que le ofreció golpes y sinsabores, responde: “¿Tarde para qué?”. Silencio de radio.

Luego una serie de sucesos se desencadenan, Miko es despedido. Se refugiará en su destartalado rancho, con el alcohol como aliado. Avanzará en su ocaso, con el lema de “triste y solitario final”, hasta que una llamada le cambiará, nuevamente, su vida.

Comenzando una nueva aventura que lo llevará a atravesar la aridez del territorio mexicano para concretar una misión, Miko revive, mentalmente. Su cuerpo continua jugándole las malas pasadas del destino que ya tiene signado para el fin de sus días, pero igualmente se anima a apostar una vez más por conectarse con el otro, por subsanar viejos errores aceptando la difícil tarea asignada, rechazando las insinuaciones sexuales de una empoderada líder mafiosa (Fernanda Urrejola), y acercándose al amor maduro con una lugareña (Natalia Traven) que sólo quiere bailar un viejo bolero en sus brazos.

Un gallo llamado Macho será el elemento que lo acercará a un joven (Eduardo Minett) que sueña con el rodeo, con vaqueros, con sombreros y tiros, y al que Miko solo quiere acercarle seguridad y algunas enseñanzas.

Eastwood reinterpreta en esta película varios géneros y los amalgama y unifica, tomándose el tiempo necesario (por suerte) para construir una historia única de amor, principalmente, por el cine.

 

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