En su primer largometraje ficcional, El cadáver insepulto, el realizador Alejandro Cohen Arazi, traza, desde una propuesta de género, una semblanza sobre un hombre que debe regresar a su lugar de origen y encontrarse con algo que ya había superado.
Rodada en exteriores, y con un grupo de actores que se prestan a un juego en el que la muerte de un padre dispara los miedos del personaje central, pero también la necesidad de repasar el pasado, en el guion se cuelan ideas sobre la Argentina y su sangrienta historia.
Haciendo Cine dialogó con el realizador para conocer más de la propuesta y reflexionar sobre el género en el país.
¿Cómo surge el proyecto?
Hace muchos años me llamó la atención el término “cadáver insepulto”, que se suele usar en política como la alegoría de algo o alguien que ya cumplió un ciclo, que ya agotó su experiencia histórica, pero que a pesar de eso no fue superado o reemplazado. Me interesó trabajar la literalidad de esa alegoría como el disparador de una historia: ¿Por qué no se querría enterrar a un muerto? ¿Qué intereses podría haber detrás de eso? Ese fue el punto de partida de la historia.
¿Cuánto tiempo llevó desarrollar el guion?
Fue un proceso largo, porque si bien ya tenía la historia que quería contar, no me terminaba de convencer lo que escribía. No estaba satisfecho y no sabía bien porqué. Un día me di cuenta que el problema estaba en mi entorno: quería escribir sobre la vida en el campo cuando soy nacido y criado en una ciudad enorme. Por cuestiones de la vida, más o menos por el 2016, me fui a vivir a un pueblo en el interior de la provincia de Buenos Aires. Mi adaptación a ese nuevo lugar hizo que aparezcan nuevas experiencias, y tuve lo necesario para poder escribir un guion que se acercaba mucho más a lo que yo quería contar. A partir de ahí salió una primera versión que fue revisada y reescrita varias veces.
¿Qué influencias tuviste a la hora de crear a esta macabra familia y sus ritos?
Las influencias fueron muchas y muy variadas. Me considero un espectador amplio y no pertenezco al nicho de los fanáticos del cine de género. Me interesaba construir una atmósfera, una realidad enrarecida e inquietante, y para eso tuve muy presente a Luis Buñuel, sobre todo su período mexicano. También pensé en homenajear al documentalista Humberto Ríos filmando en un matadero, tal como hizo él en su cortometraje Faena. También, escribiendo la historia, no pude evitar notar los puntos de contacto que tiene con El Bebé de Rosemary, de Roman Polanski.
¿Cómo fue salir del documental y meterse de lleno en el mundo de la ficción?
Fue un desafío enorme y al mismo tiempo algo que esperaba mucho y que transité con mucha felicidad. Pienso que la división que se hace del documental y la ficción es medio injusta y artificial, considero que el cine es uno solo, es un lenguaje que se desarrolla en un campo enorme que tiene muchas zonas, y que los límites entre una cosa y otra son muy difusos. La película tiene una escena documental que filmamos en un matadero y eso lo tenía pensado hacer desde que escribí el guion, y me parece interesante poder usar libremente los dos códigos, porque todo está puesto en función de una misma historia. Creo que no es cuestión de ser puristas o dogmáticos, si no de conocer la mayor cantidad de herramientas posibles y saber cuándo y cómo usarlas.
Hay algo que se cuela en la narración, que pude leerse un repaso por momentos oscuros del país y esa persistencia de mantener, de alguna manera, vivo a un líder ¿Cuándo decidiste que ibas a introducir esto en el relato de género?
La cuestión social y política fue el punto de partida para pensar la historia. Mi motivación principal fue hablar de estos momentos oscuros, de estos liderazgos que persisten a pesar de no tener ya más nada para ofrecer. Podría decir que introduje un relato de género en estas reflexiones políticas. Desde un principio supe que no quería hacer un relato políticamente explícito ni una bajada de línea. El relato de género se mueve en una zona mucho más libre, es menos solemne y acartonado. Y además, juega a varias puntas: quien quiera disfrutar de una historia y dejarse llevar la tiene ahí en primer plano; y quien quiera ir un poco más allá y leer subtextos y debates sobre nuestra realidad, también lo tiene.
¿Fue complicado armar al cast?
Se formó de una manera un poco azarosa. Por un lado, ya tenía en mente una buena parte del elenco mientras escribía el guion. Pensaba en gente amiga y talentosa que podía tomar ciertos papeles. Siendo mi primer largo de ficción entendí que era conveniente trabajar con gente con la que ya haya trabajado antes o con la que tenga afinidad. Pero pasó que hubo varios que no pudieron sumarse al proyecto y tuvimos que salir a buscar quién podía tomar esos roles que estaban vacantes. No hicimos un casting tradicional porque no concuerdo con ese sistema de elección. Me contacté con gente que me recomendaron y que me gustó su trabajo y capacidades, y fuimos teniendo charlas para ver si había afinidad y un sentido de compañerismo. En base a eso fui pensando que papeles podía ocupar cada uno. El caso de Mirta Busnelli fue particular porque ella interpreta un personaje extraño, y sabíamos que en ese rol estaba la posibilidad de poner a alguien que se luciera por su intensidad y trayectoria. Afortunadamente ella se interesó en el proyecto, y tuvimos un trabajo creativo en conjunto en el que aprendí muchísimo.
La casa era clave también para el relato. ¿Cuánto tiempo llevó encontrarla?
El caserón de los Espósito es un personaje más en la película. El equipo de producción con Hernán Virués a la cabeza hizo un gran trabajo buscando locaciones. Por el plan de rodaje, la reconstrucción de esa casa se separó entre las tomas de interiores y de exteriores, que se grabaron en locaciones distintas. Los interiores se encontraron rápido, es en un lugar en la ciudad de Buenos Aires en el que se suele filmar bastante y que tiene una gran ductilidad. El trabajo de Fátima Gutiérrez, la directora de arte, le dio a esos ambientes la historia y la atmósfera que el guion demandaba. Los exteriores de la casa tardaron más en aparecer, fue una búsqueda más complicada pero que tuvo muy buenos resultados.
¿Sensaciones de estrenarla online y de participar seguidamente en el BARS?
La situación de la pandemia, los cines cerrados, la imposibilidad de tener el contacto presencial con los compañeros y el público es un poco frustrante. Pero es una situación que nos toca vivir a todos. Lamento no poder mostrar la película en una sala a oscuras, con una pantalla grande y el sonido envolvente. No es sólo un ritual, es la mejor manera de disfrutar una película. Pero por otro lado, el estreno en salas de una película argentina promedio es repetir una vez más los escollos de la distribución y exhibición: pocas pantallas para muchas películas, el acaparamiento del cine de Hollywood, pocos días en cartel, poca llegada al público en las provincias… El aspecto positivo del estreno online es que el público se multiplica y está al mismo tiempo en todo el país, los números muestran que se está consumiendo mucho más cine argentino que cuando se limitaba sólo a las salas. El estreno de El Cadáver Insepulto en Cine.ar se da en simultáneo con el inicio del BARS, donde la película está en competencia iberoamericana. Para mí es un honor ser parte de una cita cinéfila tan esperada por tanta gente como es el BARS. Creo que eso puede servirle mucho a la difusión, porque además de los tres primeros días del BARS en los que El Cadáver va a estar disponible, va a estar para ver en la plataforma Cine.ar Play, ojalá haya un boca a boca y un empalme entre el público de las dos plataformas.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?
El 2020 de cuarentena y encierro me encontró por suerte muy activo y con varios proyectos. Por un lado, estoy en el tramo final de la post de un corto de ficción del que soy coproductor, titulado «Los Traidores». Lo dirige Fabián Cristóbal, un talento y un amigo. También escribí un documental vinculado a temáticas esotéricas y paranormales, que espero pueda producirse en algún momento de 2021. Y por último, estoy desarrollando con gente que también es parte de El Cadáver Insepulto, un proyecto de ficción de humor negro que creo que es muy original.