Con seis únicas funciones, Alejandro Fernández Mouján presentará en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, “(…) el mismo río”, y a su vez, el estreno, estará acompañado por un ciclo retrospectivo sobre su obra.
“Las Palmas: Chaco”, “Espejo para cuando me pruebe el smoking”, “Pulqui, un instante en la patria de la felicidad”, “Los resistentes” y “Damiana Kryygi”, acompañarán el lanzamiento. Para saber más de la última producción, Haciendo Cine dialogó con el realizador, uno de los documentalistas más importantes del cine argentino.
¿Sensaciones de llegar a la Sala Leopoldo Lugones con la película?
La verdad que para mí es un lujo: es una sala que quiero muchísimo, emblemática para muchos de los que estamos en el cine, ya sea para los que lo hacemos, y de los cinéfilos. Estoy muy contento. Es algo que quería desde cuando el año pasado estrené en el DOC Lisboa de Portugal y desde ahí empecé a ver si se podía estrenar en la Lugones, que era mi aspiración, y se dio.
La película, además de hablar del paso del tiempo, desde una construcción muy particular, tiene presente muchos temas que atraviesan tu obra. ¿Cómo lo pensaste?
Empecé a grabar desde hace mucho tiempo con un grabador y cámara digital, y justo se dio que en esos días que empecé se dio la muerte de Fidel Castro. En principio pensaba hacer como un diario con lo que pasaba ahí, que es muy atractivo, y esto ya me pasó filmando en el Chaco, en Misiones, donde la naturaleza, cercana a lo original, es una gran atracción para mí, y es algo a desentrañar para mí. De alguna manera en esta película se juntan cosas de mi interés, a lo que me dedico y además ver cómo esos años en los que la rodé, de 2016 al 19, me forzaron a mirar para adentro y otras cosas, que por primera vez hicieron que ponga la cámara y empiece a filmar.
Y al ser tan particular, sin un objetivo claro, ¿cómo hacer para que el proceso no se dilate demasiado en el tiempo?
Acá está marcado por los dos hechos políticos que se muestran, y al empezar el trabajo, que iba a ser muy intuitivo, se cerró con lo que sucedió en Bolivia, que me dio como un cierre, o la posibilidad de dárselo. No trabajé con guion, no fue planificado desde antes, fui escribiendo a medida que iban apareciendo y de alguna manera me encontré en esos textos. Además hay una búsqueda en cuanto al río, algo de la costa, como yo imagino que tal vez los primeros que llegaron lo registraron, y que fueron extranjeros, porque si bien se supone que habitaban los querandíes, no hay registro, pero sí de los extranjeros, por eso están las citas, es algo que me intrigaba mucho, cómo eran originalmente la costa, con su flora nativa, mezclada con restos que no tienen nada que ver con el río, pero supongo, o quiero hacerlo, que había algo. Busqué referencias, como la de Juan L. Ortiz. Es una película de montaje. Acostumbro mucho a hacer uno previo, buscando conexiones y lo que quiero decir y después trabajo con alguien para pulirla y ver esas cosas que uno ya no ve.
¿Hubo muchas versiones de la propuesta?
Sí, hubo un armado como diario cronológico bastante más largo. Hubo luego trabajo de sonido en la post, grabados por mí, con Guillermina Etkin, que hace música experimental e improvisación, más musical, y sutilmente algunos sonidos que no sé si se nota o percibe tanto, pero quería reproducir cómo se escucha el sonido de un pájaro desde dentro de un árbol, y eso lo trabajamos con ella.
De cara al estreno, ¿expectativas?
La película, yo sé, como muchas de las que hice, no son de gran público, por lo que no tengo expectativas comerciales. Pero sí me gustaría que el público la aprecie, como pasó en DOC Lisboa, que si te dejas invadir por la película, te lleva. Me gusta eso, del misterio y la sorpresa, algo que me interesaría que se sientan a gusto desde el lugar que propongo.