“En cumplimiento del deber”: Cecilia Roth cuenta detalles del documental sobre las víctimas de Iron Mountain

A ocho años de la tragedia, la película documental de Jorge Gaggero tendrá un preestreno el 4 de febrero.

Coincidiendo con un nuevo aniversario del incendio de Iron Mountain, Jorge Gaggero (Cama Adentro, Vida en Falcon) preestrenará su potente documental «En cumplimiento del deber». La cita será el 4 de febrero a las 19.30 horas, en Jovellanos y Quinquela Martín (Barracas), y estarán presentes en la función la actriz Cecilia Roth, el director, equipo de realización y familiares de las víctimas, a ocho años del suceso.

La sentida película, además de homenajear a los caídos durante el incendio (ocho en el momento y dos más, días después) y las tareas de prevención, denuncia la connivencia entre Gobierno, empresariado, Justicia, para mantener en silencio lo que se sabe a viva voz, la intencionalidad del incendio para ocultar pruebas e información confidencial de grandes multinacionales.

Haciendo Cine dialogó en exclusiva con Cecilia Roth, narradora en off de la propuesta, una película que utiliza materiales de archivo, entrevistas a familiares de las víctimas y a bomberos que estuvieron ese día, para conocer detalles del proceso de trabajo y sus recuerdos del fatídico 5 de febrero de 2014.

¿Qué recuerdo tenés de cuando fue el hecho?

No estaba en Buenos Aires cuando pasó esto, estaba en Madrid y me enteré al día siguiente. Vi imágenes y me impactaron porque, además, en España había información sobre las víctimas, los bomberos muertos, y sobre todo, ya confirmaban que el incendio había sido intencional. Me quedé enganchada con el tema, y al volver al país vi cómo se iba diluyendo la información. Cuando me llamó el productor para poner la voz a este documental tan imprescindible, recordé, al estudiar lo que tenía que decir, el momento de la historia. Porque además es muy crudo el documental, muy triste. Hay una amargura en la historia que tiene que ver con que nunca se resolverá, porque encima en Argentina hay víctimas. En los otros incendios de la empresa en otros países no los hubo pero acá los bomberos ingresaron porque vieron a alguien dentro.

La película pone verdaderamente a las víctimas en el centro, las reales, los 10 muertos…

Que existen y tienen un relato personal del honor, de tragedia insalvable, de información que nunca van a tener. Son de esas muertes dolorosas, como la de José Luis Cabezas, en las que sabés que el poder real las genera y produce, sin saber quiénes son. ¿Qué es el poder real? ¿Cuántos son? ¿Una cabeza, muchas? Y el dolor tiene que ver con esa impotencia de no poder acercarte a saber qué pasó. Las víctimas murieron por rescatar las pocas hojas de esas multinacionales que dejaban sus top secrets dentro de ese búnker. Por eso murieron, es terrible.

Y por eso duele, porque seguirá impune el hecho…

Hay tantas cosas que siguen así en Argentina: AMIA sigue en nada, la voladura de la Embajada de Israel. Muchas cosas, grandes cosas, donde murió mucha gente, muchas víctimas, donde quedan vivos y testigos familiares, amigos, de esas víctimas, que murieron por querer salvar vaya uno a saber qué. O esas cosas de la vida que te ponen en ese lugar, o como en el caso de Cabezas, donde hubo intención de matarlo por ese acto de militancia, que se jugó pensando que no iba a pasar nada y se cometió uno de los actos mafiosos más grandes. Da mucho miedo que pasen esas cosas, porque quedás en lugar de espectador, impotente ante el horror de la vida que pasa delante de tus ojos.

Y la impunidad, como ese gerente de un banco, que con total libertad enfrenta acusaciones sin admitir culpas, mientras que, en el mismo puesto, pero en Inglaterra, salieron a pedir disculpas…

Totalmente, y no pasa nada. Esa es una amargura muy fuerte, eterna, para siempre. Es muy difícil pensar que algo de esto cambiará, inclusive con el documental.

Lo importante es que está el documental…

Aunque más no sea para mantener viva la memoria ante un poder oscuro que va ganando. Pero la memoria hace bien. A mí me dolió y conmovió profundamente hacerlo, pero me sentí cercana a ese dolor, de los que los amaban, de los hijos, mujeres, que padecieron el acto mafioso.

Y ni siquiera en la más sórdida ficción pasa esto…

Recuerdo cuando en «Cenizas del paraíso», de Marcelo Piñeyro, encarné a la Jueza, a la que tenían absolutamente arrinconada. Con toda la voluntad de llegar a la verdad, aún así no pudo. No se puede con ese poder, y no sé si se podrá. Es como en las películas de James Bond, donde tenés a buenos versus malos, pero todo mainstream, buscando que el público se identifique con esas cosas, y que todo parezca irreal.

Y acá es todo real con empresas que hoy siguen como si nada operando…

Y a ninguna le importó o le interesó saber qué paso, ni hizo el paripé, o dijo yo voy a investigar. La condición humana es complicada. En este momento, además, cada vez más oscuro, ya no sabemos ni siquiera en manos de quién estamos. Porque además el poder ha tomado más fuerza y nosotros lo tenemos cada vez menos: cada vez menos información, mentiras informativas, fake news, cómo se manipula todo. Y acá es terrible, porque hay víctimas, reales, con familiares a los que siguen espiando. Les mienten, les dicen que van a encontrar a los culpables. Cuando filmamos tenía un nivel de angustia grande porque no podías escapar del nivel de información, el paso a paso de lo que se fue descubriendo. Me metí en esta tragedia provocada por el hombre.

¿Cómo te preparas para la proyección de este viernes?

Vi sólo el tráiler y me angustié mucho. Tenía un dolor en el plexo solar y no sabía por qué. Pero claro, porque me acordé del día que estuve en el altar frente al lugar. Y ves las cosas, las fotos, la juventud, las buenas intenciones, cómo murieron en cumplimiento del deber. Volví a sentir eso. Y al ver el tráiler me di cuenta de mi presencia también en él, porque recordaba que había puesto la voz. Pero verme en presencia en el lugar me recordó todo, me había olvidado.

O cómo sigue adelante después de hacer eso…

No se sabe. Justo vi una película en Netflix sobre Adolf Eichman. Transcurre en Buenos Aires, y muestra la vida “normal” de este tipo en familia, con su hijo, que no se arrepintió nunca.

La “banalidad del mal”, como decía Hannah Arendt, y también la obediencia debida…

Totalmente, y más allá de la obediencia debida, quien actúa como obediente, está en ese lugar porque se puso en ese lugar. Ahí no hay perdón tampoco. Me aparecen muchos recuerdos de muchas cosas: muchas muertes injustas, muchas manos negras, seres nefastos, la banalidad del mal. Ese hombre tomando decisiones como decir en vez de seguir matando con balas, empecemos con gas, ponele. No existe ese pensamiento.

Por suerte la película está para abrir los ojos y acercar información y mantener vivo el homenaje de las víctimas… y también es importante que estés vos para acompañar la búsqueda de justicia de las familias…

Me siento con la necesidad del compromiso, sin dudas, siento que tengo la obligación moral de estar ahí, absolutamente.

 

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