Guillermo Francella vuelve al cine de la mano de Netflix, con producción de Kuarzo Entertainment y Leyenda Films y la dirección, una vez más, de Marcos Carnevale, con quien realizó el éxito Corazón de León.
«Granizo» cuenta cómo un meteorólogo televisivo es odiado al equivocarse en un pronóstico, momento que vivirá personalmente como una oportunidad para reencontrase consigo mismo y sus vínculos. Haciendo Cine entrevistó al director en exclusiva, para hablar sobre los temas que toca la película y su percepción sobre ir a plataforma en la que la película puede verse desde hoy.
Al encarar esta producción, sabiendo que directamente iba a ir a unan plataforma: ¿se hace algo distinto o se trabaja de la misma manera?
No, para mí es de la misma manera. Es tan importante como ir a una pantalla grande, desde todo punto de vista. Desde lo artístico y lo técnico también. Esta película tiene un tramo de cine catástrofe que pudo haber sido diseñado para ver en pantalla grande, y en realidad así lo hicimos, para ver en pantalla grande porque sabiendo que iba a ir a una pantalla más reducida se iba a ver perfecto, y no al revés. Cuando trabajás en algo más chico, en grande a veces no lo resiste. Pero en términos de producción es una película hecha para el gran cine, tiene una producción muy muy grande, diseñada del mismo modo que si iba para el cine. Debo aclararte que yo en general no trabajo pensando que haya un medio menor a otro. Hoy por hoy el ojo lo tenés avezado para observar un material y ver si está bien hecho o no, si está bien contado o no, si está bien iluminado, bien musicalizado, o lo que sea, del mismo modo para que sea para una mega pantalla o bien televisión abierta.
La pregunta no es para desmerecer que la película va a plataformas, sino que con Francella han realizado películas, como Corazón de León, fenómeno de taquilla y uno se pregunta por qué esta no iría también a salas…
Son épocas distintas.
¿Cómo fue volver a encontrarse para el proyecto?
Hermoso, como siempre, porque en la vida nos encontramos siempre. Pero vos sabes que nos costó volver a encontrarnos en el set, por las distintas agendas y los proyectos que cada uno tenía. A mí no me daba el tiempo de ponerme a pensar una historia y cada vez que nos encontrábamos nos preguntábamos cuándo íbamos a volver a filmar. Hasta que un día hicimos el cálculo de hacía cuánto no lo hacíamos y eran como siete años. Ahí medio que nos enojamos y dijimos que no podía seguir así, no era posible. Y Guille se hartó y me trajo un guion de Nicolás Giacobone, porque sabía que iba a tardar más en escribir un guion y me encantó y supimos que teníamos la posibilidad de juntarnos de nuevo en otro desafío. Porque las dos películas que hice con Guille eran de alto riesgo, el enano en su momento donde el mundo del VFX no estaba tan desarrollado como está hoy y hacerlo fue una gran jugada que nos salió bien. Y ahora cine catástrofe, no es una película de vínculo nada más, sino que tenía una tormenta gigante que había que realizar a la altura de todo el mundo. Tuvimos mucha suerte, a partir de algo desafortunado como una pandemia, porque más allá del enorme apoyo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que nos habilitó la Calle Corrientes, para que tuviéramos cuatro o cinco noches filmando horas y horas ahí, interviniéndola, porque teníamos objetos que íbamos tirando, granizo falso, teníamos lluvia, extras, tuvimos la suerte que todavía estaba cerrado y teníamos toque de queda. Entonces la pandemia nos ayudó, sino hubiese sido imposible. Aun cuando el Gobierno nos hubiera habilitado todo, no podríamos haber filmado la película como la filmamos. Fue raro filmarla y fascinante al mismo tiempo, pero fue una película rara porque nunca se había hecho cine catástrofe acá en Argentina.
Es la primera vez que vemos que el Obelisco o la Flor de Lis se destruye, porque siempre vemos como se cae la Estatua de la Libertad…
Ese fue el diferencial que me convenció de poder hacer esta película. Porque no es fácil ponerte a hacer una película que los americanos hacen hace décadas, de una manera maravillosa y con presupuestos estrafalarios, porque es impresionante lo que invierten. Me pregunté por el sentido de hacerla acá en Argentina, y entendí que era rompiendo íconos muy conocidos. Es el plus de ver el Obelisco rompiéndose o el Congreso, la Flor de Lis o la Facultad de Derecho: hacía que fuera mucho más fácil equiparar a ese cine catástrofe que estamos acostumbrados a ver y con los íconos hacía que sea más potente la película.
¿Cómo fue encarar la reflexión crítica que tiene sobre la industria del entretenimiento?
La película va de eso, de la cultura de la cancelación, y no sólo en la industria del entretenimiento, sino en todos los ámbitos. Le ocurre a un médico de pronto, le ocurre a mucha gente. A mí me parece tremendo lo que estamos viviendo. Es como que se están utilizando las redes de una manera maligna cuando tienen un potencial enorme para comunicar lo bueno, pero también lo malo.
¿Con qué te gustaría que la gente se conecte del relato?
En casi todas mis películas hay un tema que la película te interpela, te hace una pregunta, y esta te hace varias, sobre la cultura de la cancelación a la amenaza constante en la que estamos viviendo, desde la amenaza de fin del mundo constante que estamos viviendo, con No mires arriba y el meteorito que está viniendo, a Putin que tira un misil, la pandemia que nos amenaza con matarnos. Entonces el granizo este se enmarca en esa sensación que estamos viviendo todos los humanos, en todas las latitudes. Me parece en ese sentido que la película, además de entretener, aporta un algo más, te pone a charlar un rato como lo estamos haciendo ahora y eso es muy interesante para el cine.