Después de su estreno mundial en el 22° BAFICI, Marco Berger presenta en Flow, «Gualeguaychú: El país del carnaval», en donde explora el universo de uno de los carnavales más importantes del país.
Con Martín Farina de acompañante, ambos nos llevan a conocer más de aquellos jóvenes que se dedican a una actividad tan placentera como deseada. La cámara reposa en la historia de ellos para desentrañar el verdadero sentido de esta celebración. Haciendo Cine dialogó con Berger para saber más detalles de la propuesta
¿Cómo viviste tu vuelta a festivales en esta nueva normalidad?
En principio depende del festival y el momento. Cuando estuve en Guadalajara, en diciembre, todavía había muchas más restricciones: había asistencia a salas del 30 por ciento, la gente compraba entradas y después no iba. En Ucrania estaban en un momento de bajos casos. Todo se manejaba con precaución, pero el aforo era del 50 por ciento y las salas estaban llenas, pero todos con barbijos. Yo seguí tomando mis recaudos. Me vacuné después de ir, así que hacía mi vida. Había alcohol en ascensores, pisos del hotel. Hay una parte extraña a la que nos acostumbramos. Después, cierta parte de los festivales siguen siendo los mismos.
Se están abriendo las salas pero decidieron estrenar en Flow. ¿Por qué?
Porque fue antes que se abrieran. No estábamos seguros cuándo iba a haber una reapertura cuando ubicamos la película en Flow. «Gualeguaychú» es una película chica. Entendimos que iba a haber mucho tráfico de películas para ir a salas, y analizamos que Flow le quedaba bien. No siento que el espectador tenga la necesidad de, como otras películas mías, sí o sí verla en sala. Estoy en Netflix ahora con «El Cazador» y quise aprovechar con esta la oportunidad. Porque «El Cazador» primero fue a Cine.ar y después a Netflix. Estoy trabajando en mi próxima ficción y no sé si haría esto, pero con «Gualeguaychú» quise aprovechar. Flow en ese sentido es más cerrado que Cinear, pero si sabemos que tiene mucha llegada en todo el país; así que quería ver qué pasaba.
¿Cómo surgió la idea de la película?
La primera vez que fui a Gualeguaychú era muy chico. Fui en camión, en Capilla del Señor mi papá tenía conocidos, y fuimos a ver el carnaval. Igual no recuerdo mucho, si estaban las gradas o no. Más adelante, en 2007, Gustavo Dimario, que es un amigo fotógrafo, iba a ir a hacer retratos y me invitó. Pudimos entrar a los vestuarios, cómo se armaban las carrozas, los lugares de costura. Era increíble. Me llamó mucho la atención la intimidad, cómo se arma todo. En ese momento aun no era director, estaba estudiando, y me quedó en la cabeza. Después empecé con mi carrera, de manera vertiginosa. Hice «Plan B», «Ausente», «Hawaii», «Mariposa», y cuando Martin Farina se acerca en 2014 con «Taekwondo», para hacer el montaje final, supe que era la persona indicada para hacer lo que me había quedado en la cabeza. El divismo que tienen estos hombres, el lugar de los hombres como objeto de deseo y como divas, alejado del mundo heterosexual, con glitter, purpurina, plumas, las sungas, la exposición de los cuerpos. Como ya había trabajado con el homoerotismo, me parecía que estaba bien que hiciera un documental. Le propuse a Martín y al fin de semana fuimos ya a filmar. Primero la idea era ir uno o dos veranos pero después se extendió más tiempo. Se organizaron ciertas líneas del relato. Después hice otra película. En conclusión, fueron cinco veranos. Yo estaba frustrado porque no tenía tiempo para hacer el trabajo de montaje. Pero vino la pandemia, el encierro, y como me había armado justo en casa una isla de edición, durante toda la pandemia conseguí un corte. A Martín le gustó, también a la productora Mercedes Arias, y ahí quedó.
¿Cuándo aparecieron los protagonistas?
Desde siempre, porque el primer contacto de Gustavo era Vilmar. Siempre quedamos en contacto. No sabíamos que él iba a ser el protagonista, pero cuando nos consiguió todo para poder trabajar allí, ya que él conoce a todo el mundo, y empezamos a filmar, salimos de la idea original de hacer una película coral, y se decantó que él fuera el protagonista junto a Franco Heiler, «El Toro». Cuando empezamos a filmar la parte de ficción con Gastón Re, la novia, y la quinta, supimos que ellos tenían que estar viviendo ahí y se terminó de definir esa idea. Ahí también apareció la foto del poster, y en el montaje, toda la estructura la armé alrededor de ellos dos. Pensá que teníamos 48 horas de material que se condensaron en las dos horas que finalmente dura la película.
¿Qué cosas sabías que, sí o sí, ibas a mostrar en la película?
Primero me llamó la atención la cantidad de hombres que participaban, porque siempre se muestra más a las mujeres: mujeres en culo, en tanga, todo alrededor de lo femenino. Y cuando voy, y por una cuestión de respeto entramos sólo a los vestuarios masculinos, me llamó la atención del universo de estos hombres maquillándose, con los cuerpos cuidados, siendo heterosexuales, la purpurina en el cuerpo.
¿Son como cross pero sin la ropa femenina?
Sí, casi un crossdressing, pero con zunga y plumas. Es más algo que está asociado al teatro de revistas, y por la fuerza hasta llevan las decoraciones de plumas más grande, algo que no había visto. Cuando comencé mi carrera nunca pensé en sólo enfocarme en el público argentino y como se ven mucho mis propuestas afuera me gustaba hacer un documental con mi mirada sobre Gualeguaychú. Me gustaba mostrar eso y el viaje sobre el carnaval, como la fiesta, el descontrol, lo dionisíaco. Todo eso me atraía y traté de retratarlo así.
Siempre se habla del plano “Berger”, llamándolo vulgarmente como “plano bulto”, y de cómo lo homoerótico está en tus propuestas. Pero, días atrás, surgió un “meme” por una foto de la selección nacional post partido. ¿Cómo lo tomaste?
Me encanta, me divierto un montón. Tengo mucho humor, y tomo siempre la crítica, negativa y positiva con humor. Me pareció que era muy divertida esa foto de ese universo masculino, el fútbol, mezclado con mis películas. Me pareció muy gracioso que Diego Lerer haga eso. Hasta me sentí orgulloso. Creo que es la primera vez que se hace un chiste público en el mundo del cine con mi nombre y que todos, al menos en el mundo del cine, lo hayan entendido. Me encantó.
¿Cómo sigue el año de trabajo?
Estoy con «Los Agitadores», entrando a sonido y color. Ya está editada. Retrata la violencia en algunos extractos sociales. Está basada un poco en el asesinato de Fernando Báez Sosa en manos de estos pibes en Villa Gesell. Y un poco con «Taekwondo» me quedó la idea de una película que no me animé a hacer, y creo que es como el lado oscuro de «Taekwondo», marcando los límites entre la joda y la violencia que manejan estos pibes y una mezcla de homoerotismo y homofobia. Me parecía interesante y estoy muy contento con la película. Seguro se estrena el año que viene. Después otros proyectos, una comedia romántica, muy al estilo mío, como «Plan B», que no volví a repetir, porque «Hawaii» y «Taekwondo», tienen toques, pero no es así. Y después de 10 años quise volver a hacer algo así, se llama «Los Amantes Astronautas», y la pienso hacer con el apoyo del INCAA. Después hay otras cosas que siempre están dando vueltas. En mi viaje conocí a Félix Maritaud y nos hicimos muy amigos y queremos hacer algo juntos. Quizás de acá a fin de año empiezo a armar algo con él. Siempre tengo proyectos. Me parece que está bueno estar activo, porque me pasó con «Mariposa» que se atrasó cuatro años, y otra que se llama «Dos Elefantes», que se cayó y nunca resucitó, y por eso hice «Taekwondo». Si tuviera la capacidad económica y una vida super relajada, tranquilamente haría una película por año. Obviamente tengo una empresa, una escuela de actuación, vivo de eso. Sé hacer cine independiente y ordenaría todo en el año como para poder llevar a cabo eso. No me da miedo, porque además tengo siempre la sensación que estoy aprendiendo. Me gusta experimentar, probar cosas nuevas. Me gusta mucho filmar.