Diego Fried dirigió una sola película, “Vino”, de manera totalmente independiente (cámara, un equipo técnico que se contaba con los dedos de una mano, dos actores en una locación -uno de los actores era él mismo-) antes de ponerse al frente de “La Fiesta Silenciosa”, una película que no solo se siente mucho más grande de lo que fue en términos de producción, sino que se anima a mezclar géneros (el drama familiar, la comedia negra, el thriller y hasta el rape & revenge) sin fallar en ninguno y poniendo a sus personajes, en especial a su protagonista femenina, Jazmín Stuart, en circunstancias límite.
Stuart no es ajena a interpretar personajes envueltas en conflictos de vida o muerte: viene de estrenar “Tóxico”, de Ariel Martínez Herrera, en la que representa a una mujer que intenta sobrevivir a un virus mortal que está diezmando la Tierra, y muy pronto será el turno de “Weekend”, de Agustín Rolandelli, en la que junto a Rafael Spregelburd componen a una pareja que eligen aislarse de todo yendo a una cabaña en la isla del Delta para recomponer su relación, pero terminan dejando como un poroto a “La Guerra de los Roses”. “Soy la actriz de las situaciones extremas, claramente”, admite.
Hablamos con ella y con Diego Fried para conocer todo el detalle de “La Fiesta Silenciosa”.
La película lleva unos cuantos años en desarrollo, pero la idea de las fiestas silenciosas es muy actual. ¿Cómo conociste ese concepto?
Diego Fried: Después de filmar “Vino”, que era una película híper minúscula, en la que no solo fui guionista y director, sino que también fui uno de los dos protagonistas, tuve la suerte de ser invitado a varios festivales para presentarla. Uno de esos festivales fue en la India. En ese viaje descubrí los dos elementos con los que iba a armar el guion de la película. Por un lado, un caso de una violación en grupo a una turista inglesa en Goa. Esa noticia me había impactado. Después del festival, me quedé unos días más en la India y, de hecho, ahí pasé año nuevo.
Así fue que descubrí las fiestas silenciosas: era un lugar muy paradisíaco, con playas y cabañas y, para no contaminar sonoramente el ambiente, estaban todos reunidos bailando, pero con auriculares. Entonces, de pronto estabas caminando por el lugar a la noche y veías decenas de personas bailando, pero solo se escuchaba el sonido del mar. Esa combinación de conceptos fue el inicio de la historia. Empecé a escribir y después fue mutando bastante con el aporte de Nicolás Gueilburt y Luz Orlando Brennan.
Jazmín, ¿cómo trabajaste todas las capas de conflicto por las que va pasando tu personaje?
Jazmín Stuart: Originalmente el momento en el que se devela lo que le pasó a ella estaba antes en la película. Diego encontró en el montaje el armar toda esa previa con su conflicto. Y fue algo que aportó muchísimo: al demorar la revelación de lo que le sucede a ella en la fiesta, se generó toda una nueva capa de tensión. Entonces hay algo de esa espera del espectador que es un poco el producto de las decisiones de montaje, pero yo lo estaba actuando más al nivel cronológico de los hechos.
Primero tenemos el conflicto interno de ella ante su padre y su marido; ahí había un no dicho que ella maneja. Hay muchos estados de Laura que son internos: sus conflictos con la idea de casarse, el sentirse atrapada en un triángulo del poder masculino, uno que conforma su padre (una figura muy fuerte en su vida) y su futuro esposo. Ellos son dos hombres que parecen estar siempre peleando por el poder, con el padre humillando al novio.
Y hay algo de ese juego que ella todo el tiempo percibe y le hace ruido: está atrapada en esa dinámica, en una relación manipuladora con su padre, pero en la que no deja de ejercerse una seducción. Pero ella no explicita nada de todo esto, y en eso radicaba la dificultad: en nunca descargar esa acumulación de luchas internas. Mismo cuando se genera el conflicto luego de la fiesta: son esos hombres, su padre y su novio, los que se adueñan del manejo de la violencia. El padre piensa que es el único que puede ejercer justicia. Y esto es desesperante; porque hay una experiencia de venganza personal que ella necesita atravesar de alguna manera.
Hay un trabajo muy físico. Alguna vez mencionaste que había una dicotomía en el rodaje. La pasabas genial con el equipo humano que se había armado, pero muy mal por todo lo que tenía que pasar y hacer tu personaje.
Jazmín Stuart: Es re loco, pero eso es un poco la vida del actor. Estás varias semanas actuando situaciones muy desgarradoras y al mismo tiempo es algo que te da placer, hay una felicidad muy intensa en lograr esa entrega. Y más todavía si es en un entorno de convivencia copada, en el que lo que hacés es estimulante, trabajando con un equipo que te gusta. Pero terminaba dolorida en muchas jornadas, llena de moretones, golpeada. Haciendo la escena del final me desgarré un poco el cuádriceps. Pero en películas como ésta hay que aprovechar.
A veces nos toca actuar en proyectos en los que podemos hacerlo sin comprometer tanto el cuerpo, la energía o la emocionalidad. Pero cuando te toca un proyecto en el que no solo no podés hacer eso, sino que además te tenés que meter a fondo y entregar todo de vos para meterte en zonas jodidas donde nadie se querría meter, lo agradecés. Me iba agotada. A veces necesitaba alejarme un poco del set y llorar porque era demasiado. Pero para mí eso era ser feliz.
Diego Fried: Hay muchos momentos que fueron muy difíciles de poner en imágenes. Cuando las filmábamos pensaba “¿por qué me metí a poner estas escenas?”. Yo también quedaba agotado: física, mental y emocionalmente. Pero eran momentos en los que había que meterse con todo.
Más allá de la tensión y dramatismo de la película, hay ciertos golpes de humor absurdo que ayudan a descomprimir, pero que -al mismo tiempo- suman a la sensación de extrañamiento que hay.
Diego Fried: Cuando veía esas escenas en el guion, había dudas. Millones. Pero había instancias en los que la película necesitaba un respiro, con toquecitos de humor en algún momento. En una proyección, una persona me dijo que la gente se reía porque estaba pasándola muy mal por lo que le pasaba al personaje, que era algo necesario para el público para poder seguir. Pero era la idea, que esta fuera una película que te dejara sin aliento: de algo que empieza y avanza constantemente con mucha tensión.
(LA NOTA COMPLETA PUEDE LEERSE EN LA VERSIÓN IMPRESA DE MAYO DE HACIENDO CINE)