«Los que Vuelven»: Miedo en la selva

En la línea de películas como “The Witch” y “Midsommar”, la nueva película de Laura Casabé lleva el horror físico y psicológico a lo profundo de la naturaleza, con fuerzas que invaden el cuerpo humano.

Una mujer ruega por el regreso a la vida de su hijo. Afortunadamente, sus plegarias son escuchadas por la Iguazú, la madre del día y la noche, y el bebé abandona la muerte en un llanto vital y ensordecedor, como el sonido que produce la potente cascada de agua misionense. La nueva propuesta de Laura Casabé, “Los que Vuelven”, es un viaje al centro de la selva en el siglo pasado y donde la mística, las creencias y costumbres entrelazan a criollos e indígenas. Presentada en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y en Rotterdam, además de en festivales internacionales de género como Sitges, la propuesta está protagonizada por María Soldi, Lali González, Edgardo Castro y Alberto Ajaka, entre otros.

Haciendo Cine dialogó con Casabé, González y Ajaka, para conocer más detalles de la película que llega a CINE.AR la primera semana de octubre.

El film se rodó a lo largo de cuatro semanas en la región mesopotámica, dándole una impronta única a los escenarios. Pero el rodaje no fue sencillo en lo más mínimo para lograr esas imágenes. “Tenía ganas de trabajar en exteriores. Aunque quería crear un clima claustrofóbico, la posibilidad de rodar en la selva me resultaba atractiva”, explica Casabé. “El lugar es magnético, pero es un caos permanente. Hacer un rodaje ahí es casi imposible: las condiciones climáticas son impredecibles. Con decirte que llovió todo el tiempo. Una vuelta escuché esto de vos subís a la montaña, si la montaña te deja. Acá, la sensación era la misma vos filmás, si la selva te deja. Nos adaptábamos a lo que ella proponía (risas). Pero me encantó; estuve dos meses metida. Una vez que te acostumbrás, ya sos parte en cuestiones físicas; te es natural meterte al monte con un machete. Si bien fuimos en época de lluvia, y encontramos una casa en el monte, el acceso con el agua era complicadísimo”, dice la directora.

El origen de “Los que Vuelven” es de larga data. A medida que realizaba “El Hada Buena”, su ópera prima de manera independiente, Casabé dirigió un cortometraje llamado “La Vuelta del Malón”, en el que un malón de indios zombies volvía de la muerte para vengarse y reclamar lo propio frente a un estanciero racista e inescrupuloso. Pasaron los años y Casabé pasó al cine industrial con su primer proyecto INCAA, “La Valija de Benavídez”. Pero el impulso de hacer de “La Vuelta del Malón” un largometraje se mantenía firme: el concepto iba creciendo y mutando hasta llegar a la historia que finalmente llevó a la pantalla. “Cuando terminé La valija… presenté el guion al INCAA. En ese momento se llamaba Malón, por el corto que hice. Pero había cambiado mucho de la historia, con una propuesta de cámara distinta. Los procesos de financiación de una película son larguísimos, y un poco filmamos para no perder la oportunidad, porque nos agarró la devaluación en el medio. El productor conoció en un mercado a productores misioneros y ahí surgió la posibilidad de rodar en la selva. Eso me cambió todo; a partir de ahí reformulamos la historia, tomando elementos propios del monte misionero, apareciendo el folklore del lugar”, agrega.

Al final, el resultado es una película de terror diferente a lo que suele filmarse en Latinoamérica: es género fantástico, sí, pero el contexto histórico, sus dramas y los vínculos patriarcales están perfectamente desarrollados. “Quería hacer un melodrama histórico con género fantástico”, comenta Casabé. “Queríamos que fuera actual -por eso usamos algunos recursos como la cámara en mano-, pero como tenía la idea de que todo lo que vemos en el cine nacional es medio plomo, estaba muy obsesionada en que lo que se viera en la película no estuviera acartonado. Cuando uno ve películas históricas piensa al analizar el vestuario: pero ¿cómo es que no están transpiradas?”.

Pese a manejarse dentro del género fantástico, el realismo y la reconstrucción de época eran determinantes para lograr el verosímil buscado. “Fue muy difícil porque hay poco registro fotográfico de esa época y en ese lugar”, admite Casabé. “Quería que los personajes fueran personas vivas, que se vea la tierra roja. El tema de los diálogos y la entonación es algo que también lo debatimos un montón. En ese sentido, Alberto Ajaka nos ayudó mucho. No queríamos que fuera impostado: queríamos lograr un equilibrio, sin modismos actuales ni voceos. La verdad que lo limpiamos mucho. No es que buscáramos rigor histórico, pero sí queríamos que todo fuera verosímil. Eso es indispensable para acercar los hechos y los personajes al espectador, generándole empatía”, reflexiona.

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