Por Rolando Gallego
Una mujer madura y su hija de 14 años, sonámbula, en pleno despertar. Un matrimonio en los bordes de una crisis silenciada. Una familia ritualista, matriarcal y endogámica. Abuela, hermanos, primos.
Este es el planteo de «Los sonámbulos», la nueva película de Paula Hernández («Herencia», «Lluvia», «Un amor») protagonizada por Érica Rivas, Daniel Hendler, Luis Ziembrowski, Ornela D’Elía, Marilu Marini, y Valeria Lois.
Hablamos largo y tendido con la directora sobre el proceso de realización de esta premiada película que ya se vio en Toronto, San Sebastián y Mar del Plata.
¿Por qué el paréntesis en dirección?
Después del estreno de “Un amor” (2011) pasaron otras cosas en mi vida personal: una operación, embarazo. Llegué a la maternidad madura, y decidí quedarme con mi hija. Después hice otras cosas que me nutrieron, como dar clases, un seminario sobre cine bastante itinerante, más clases de dirección y seguimiento de tesis. Es un universo que disfruté. A eso sumale tutorías y algunas cosas más pequeñas para PakaPaka. Eso por un lado. Y después está encontrar una historia que te atrape, encontrar la financiación, filmar. Estos años fueron muy difíciles en ese aspecto, es algo que lleva un proceso.
¿Y cuándo encontraste la historia con la que volver?
Encontré la apertura en el corto “12 clavos”, de ver qué quiero contar, y cómo lo quiero contar. El guion lo empecé a escribir en 2015. En un momento lo hice en colaboración y después seguí sola. Después hubo que esperar la financiación, y también el clima, porque se tenía que filmar en determinado momento, así que también fue una gran espera.
Pero lo bueno de esto es que tuvimos mucho tiempo de ensayo con los actores, cruces, que nunca lo había hecho antes y fue necesario. El trabajo de Érica fue muy bueno, aportando cosas sobre su personaje y también con el resto, que aportaron mundo propio a los personajes.
¿Lo de los ensayos surgió o fue algo que decidiste que necesitabas?
Fue algo que sentí que necesitaba, con adultos, leer escenas con ellos, pasarlas. Con los adolescentes ni hablar, hubo un trabajo muy largo de casting. Entrevistamos como a 300 chicas, y esas entrevistas que empezaron un año antes del casting real, me sirvieron para reforzar el personaje de Ana, escuchándolas, ver qué son las adolescentes de hoy porque no era la adolescencia que yo recordaba.
¿Cómo fue el trabajo con los más jóvenes?
Hubo un trabajo muy largo de entrenamiento con Maria Laura Berch, con los jóvenes, y con los adultos. Necesitaba cruzarlos. Cuando llego al set con el guion, este ya es cerrado. Pero antes tuve dos meses de trabajo con ellos. Por las temáticas que toca la película, era muy delicado, porque había escenas que no eran fáciles de resolver y sabía que iba a haber una mirada de coyuntura y contexto, y que iban a mirar ciertas cosas de la película, y esas no son cosas fáciles de decidir, llevan un tiempo de reflexión. De hecho, el final no era como el que quedó, y eso me di cuenta en el tiempo de trabajo con ellos. Eso fue hasta antes de empezar a filmar, reescrituras que fueron muy buenas.
Ese lugar donde transcurre la película, la casa, no es en donde los personajes se iban a encontrar…
Claro, y todos están en lugares que no son los de sus deseos: les quedan grandes, cómodos, y los hijos empiezan a cuestionar, como Ana a Luisa, “estás hablando como papá”. Es ese momento en el que uno se pregunta quién es uno. Para que todo esté presente en la película fue necesario hacer ese proceso, reforzar biografías, que no están en la película, pero eran necesarias para los actores. Después fue un tema filmar las escenas, como ese almuerzo o cena, que muchas veces no me gusta cómo se filma, ver al que escucha y quien no, hay veces que es más interesante el que escucha que el que habla. Fue complicado filmar eso, se hizo a dos cámaras.
Parece que uno todo el tiempo está espiando…
Sí, porque son lugares reconocibles, no es que suceden exactamente las mismas cosas en todas las familias, pero sí habla de cosas universales y siempre va a haber un personaje con el cual empatizar. Esas escenas fueron las más difíciles en cuanto a técnica.
¿Filmaban y se quedaban ahí en la casa de la locación?
No, se filmó en Moreno, íbamos y veníamos. Hay algunas cosas armadas, entre Ezeiza, Dique Luján y Villa la Ñata. Ezeiza nos parecía interesante, pero se sentía el encierro de la ligustrina y queríamos que fuera más abierta. No encontramos eso en la quinta y no existía la posibilidad por presupuesto de ir a vivir a la quinta. Ir y venir fue intenso, pero llegar era placentero para estar, con un entorno lindo. Lo denso de la historia se contrarrestaba con lo lindo del lugar. Fue un rodaje muy plácido y feliz. Creo que sumó el no haber dirigido durante un tiempo, pero todos estaban alineados y había muy buena energía. Entrábamos en lugares muy agobiantes y asfixiantes y el ambiente bueno era necesario.
En La ciénaga, de Lucrecia Martel, todo acontecía durante la siesta, acá de noche, dos momentos de sueño, ¿fue influencia?
No fue influencia, o referencia consciente, para mí “La ciénaga” es una de las mejores películas de la historia del cine. Esa película trabaja la tensión familiar, pero también tensión de clases, de una manera difusa. Mi película es más estructurada, no fue buscada la evocación. El peligro es la noche, pero si uno lo piensa en esos tres días es la acumulación de un suceso tras otro, y las dos situaciones de mayor peligro son de noche; porque la noche tiene eso: el peligro, el miedo. Es algo que quería indagar, y en algún momento leyendo sobre sonambulismo leí que cuando el cuerpo no puede entregarse a todas las fases del sueño el cuerpo pone en juego el sonambulismo, y eso me gustaba, eso de no estar en un estado de conciencia puro y ver cómo uno actúa.
La película sugiere que todo el tiempo va a pasar lo peor. ¿Cómo fue generar eso?
La película se construye a partir de la acumulación de la tensión y eso fue lo más difícil de generar. Sentir que el estallido puede venir por cualquier lado, con acumulación de microviolencias, de gente que no ve eso. Los estallidos muchas veces no vienen por el lugar previsible porque el foco está corrido. Eso fue lo más difícil de construir, había un derrotero muy marcado de cómo la tensión tenía que ir subiendo hasta estallar.
Y volviendo a la mirada sobre las mujeres, va a haber una exhaustiva que analizará lo que pasa en la película…
Lo sé, pero también se tomaron decisiones, por ejemplo, sobre los cuerpos, qué cuerpos se muestran, fue una decisión ética y política, no quería cuerpos desarmados, sino que se vea otra cosa, eso fue una decisión.
¿Estuvo siempre eso?
Siempre, y tuvimos muchas discusiones previas para ver qué tipo de chica elegíamos: si inocente, o que avance. Era complejo, porque si ponés algo más infante era otra cosa. Siempre condenable, el riesgo que hay lo sé, pero era más interesante, no quería entrar en un lugar cómodo. Las escenas de juegos se pensaron mucho, hasta dónde se pensaban, se filmaban y se re filmaban, desde la distancia, desde el sonido, qué se escuchaba, qué no, nunca me pasó de estar tan atento a sutilezas así. Es una película que tiene un riesgo en un sentido, y con ella hay algo que se cierra y se abre diferente para mí, asociado, probablemente desde mi propia maternidad.
¿Siempre imaginaste Los Sonámbulos como título?
Sí, asociado a situaciones concretas que suceden, pero también a jugar entre dormido y despierto, a no ver cosas que suceden. Hendler me hablaba del miedo que se genera a la noche con los hijos, acá hay un personaje desnudo que deambula, cuando mi nena era muy chiquita un día descubrí que había vomitado a la noche, y yo no sabía qué pasó, no la escuché, no me llamó. Por eso elementos de género, de terror, con el fuera de campo.
¿Cómo fue el paso por festivales y ahora tu participación en el 34 Mar Del Plata?
Fueron muy buenos, hubo debates interesantes posterior, creo que acá sucederá lo mismo, es de esas películas que termina con impacto y que da que hablar. Observé muy buenas críticas y repercusiones con la gente, y vamos a seguir con más recorrido en Festivales.
Fue un regreso con todo el que hiciste…
Sí, además estoy rodando Las Siamesas, basada en un cuento de Guillermo Saccomanno, protagonizada por Valeria Lois y Rita Cortese, así que vuelvo a trabajar con las dos.