“Lxs desobedientes”: Nadir Medina habla sobre su nueva y potente película

El film se presentará desde este jueves en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, en Córdoba

La nueva película del realizador Nadir Medina («Instrucciones para flotar un muerto», «El espacio entre los dos»), “Lxs desobedientes”, propone un intenso viaje sensorial hacia los días en los que un grupo de personas deciden despertarse hacia la vida.

Clandestinamente, recibiendo órdenes, atravesando la Ciudad de Córdoba, el grupo intentará eludir el control estableciendo nuevos espacios en donde la libertad y la rebelión son la única posibilidad de expandir universos. Protagonizada por Alicia Vissani, Elisa Gagliano, Eva Bianco, Santiago Zapata y Daniela Trakál, Haciendo Cine dialogó con Medina, uno de los DF más exquisitos del cine nacional, además, sobre su nueva propuesta.

¿Cómo surgió la idea de hacer Lxs desobedientes?

La idea parte de muchos lados. Principalmente hacía tiempo que quería hacer algo relacionado al Cordobazo y a las luchas obreras y estudiantiles de fines de los 60s y los 70s. Tengo un vínculo personal con esa época: mi viejo era sindicalista en el ’69 y participó de la revuelta; luego fue preso político en el ’76. Mi familia además es un espacio de discusión política y militancia constante, algo con lo que yo crecí. Así que tenía esa idea dando vueltas, y cómo no soy documentalista y me cuesta mucho pensar en esos términos, empecé a esbozar una idea de ficción. Y el contexto fue empujando un poco la idea: las políticas neoliberales del macrismo, el avance de la derecha, la profundización de la desigualdad… Entonces aparece la necesidad de hacer algo que ponga en diálogo el presente de Córdoba con ese pasado revolucionario. Algo de todo eso me hizo pensar en que necesitábamos hacer una película mucho más frontal, que gritará algunas cosas y dejar un poco de lado las “sutilezas” por decirlo de algún modo. Y ahí aparecieron un universo de textos, obras y películas que me fueron ayudando a pensar la película.

La película juega mucho con distintos tipos de formatos….

También sabíamos desde un inicio que queríamos trabajar con material de archivo, con la textura y la potencia del fílmico y del registro de lo real. En ese momento aparece la posibilidad de acceder a unas latas en fílmico que contenían material de esa época, que estaban en un depósito del Archivo Julio Serbali. Hicimos una digitalización un tanto casera de parte de ese material y ahí empezamos a trabajar. Filmamos durante casi dos años, nunca más de dos o tres días juntos. No teníamos un guion formal, sino un texto de algunas pocas páginas que nos iba ordenando y que íbamos charlando con las actrices y el equipo todo el tiempo. Frenábamos, montábamos con Lucía Torres Minoldo, mirábamos, discutíamos, y ahí decidíamos como seguir. Fue un proceso muy interesante que se fue construyendo y descubriendo a medida que lo hacíamos.

El título alude a cómo un grupo de personas comienza a quebrar el orden imperante. ¿Es más difícil hoy en día ser desobediente y hacer cine en medio de un elefante blanco burocrático que quita ganas de filmar?

Hacer cine siempre es difícil (risas). De todos modos creo que es cada vez más difícil hacer películas que no estén formateadas bajo las reglas del mercado, cada vez más homogeneizado por la estética de las plataformas, la nueva idea de lo audiovisual y todo eso. Siempre se puede hacer películas fuera del sistema, más punks en cierto modo, pero estas condicionado a filmar casi sin recursos económicos. Y en muchos casos hacer películas es nuestro trabajo, vivimos de eso. Entonces siempre hay un límite porque la subsistencia no deja de ser un problema a resolver constantemente. Entonces creo que ahí hay un desafío, encontrar la desobediencia sin precarizar el laburo y sin perder la honestidad. Hay un camino abierto por diversas asociaciones y colectivos que están discutiendo eso, y creo que ahí hay mucho por hacer.

¿Por qué habías pensado, en algún momento, no volver a dirigir? ¿Qué te devolvió la pasión y las ganas de rodar de nuevo?

Creo que el sistema me había pasado un poco por encima. Terminar mi película anterior había sido un camino largo, por momentos solitario y complejo. Hacer la segunda película a veces es más difícil que la primera. Es una película que amé hacer, y que me encanta. Pero me consumió mucha energía, pero ponerlo de algún modo en palabras. Y me había cansado, en cierto punto por decisiones o omisiones de mi parte, entonces prefería seguir con mi trabajo de director de fotografía en donde me sentía más cómodo, más protegido. Pero con este proyecto fueron apareciendo las ganas de nuevo, de a poco, y la pasión de mis amigxs fue lo que me renovaron las ganas de volver a filmar. Creo que también la dinámica más artesanal, más entre amigxs de este rodaje fue lo que me termino por reconciliar con la idea de dirigir.

¿Cómo fue el plan de rodaje y cómo elegiste a los protagonistas?

Como te decía antes, la película no tuvo un guion clásico. Trabajamos con un pequeño texto de 7 u 8 páginas, donde estaban delineadas las escenas y la trama principal. Filmamos durante casi dos años, no más de dos o tres días por vez. En total deben haber sido 15 jornadas, no más de eso. En el medio íbamos reescribiendo a medida que grabábamos y montábamos, mirábamos y discutíamos.  En cuanto a les protagonistas, son actrices con las que hacía tiempo quería trabajar. Con excepción de Santi Zapata que es un gran amigo y ya trabajamos juntos varias veces, al resto las había visto principalmente en teatro y habíamos compartido algún que otro espacio juntes, algún rodaje con Eva Bianco y con Eli Gagliano en los que yo hice la dirección de foto o la asistencia de dirección. A Alicia Vissani la vi por primera vez en Año Seco, una obra de Eugenia Hadandoniou del 2012, y desde ese momento quería hacer algo con ella, pero no venía encontrando un papel para proponerle hasta ahora.

¿Cómo lograste el clima opresivo y conspiranoico bien de cine de los años sesenta/setenta?

Fue algo que fuimos encontrando en montaje, y que gran parte es hallazgo y trabajo de Lucia Torres Minoldo, la montajista. Desde ese momento trabajamos muy conscientemente en el diseño de sonido y la música, porque entendíamos que ahí había mucha potencia para lograr cierto “extrañamiento” de las imágenes y que construía el tono que la película finalmente tiene. También hay algo del código actoral, de ese drama pasado un poco de rosca, con mucha mirada a cámara, mucho retrato, mucha ficción extremada, que contrasta y dialoga con esa violencia y opresión que tiene el material de archivo.

En la película las mujeres llevan la fuerza del cambio del status quo que había en el comienzo del relato ¿Cómo crees que dialoga la película con actuales conquistas de género y disidencias?

Es que la película está pensada desde ahí, desde la actualidad, en un diálogo con el pasado. No es un homenaje nostálgico a los 60s y 70s (o quizás no es solo eso), sino que busca poner sobre la mesa la actualidad como resultado de un proceso histórico. ¿Y hoy que fuerza más revolucionaria que el movimiento de mujeres y las disidencias? Creo que hoy no podemos pensar un movimiento de lucha y de cambio que no esté integrado por el feminismo y las disidencias, o incluso liderado por estos colectivos. Yo creo que ahí está una posibilidad de futuro.

 

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