“Manto de gemas”: Natalia López Gallardo debuta como directora con una fuerte historia

Ganadora del premio del jurado en el Festival de Berlín, el filme llega a Sala Lugones, al MALBA y a otros espacios de cine de autor.

Natalia López Gallardo se ha desempeñado durante años como editora. Entre sus colaboraciones más conocidas está las que realizó con Carlos Reygadas, y ahora ha decidido abrirse camino en solitario con «Manto de gemas», un doloroso relato que impacta por sus crudos planteos sobre la violencia, connivencia entre los sectores de la sociedad política y fuerzas de seguridad, y la impunidad.

Haciendo Cine dialogó con la realizadora antes del estreno de la película para saber cómo fue el proceso creativo de la potente película.

Venís de la edición. ¿Cómo fue pararte por primera vez del otro lado de la cámara?

Es un reto nuevo, más allá que una esté involucrada en el trabajo del cine, y más con este proyecto, independiente, artesanal. Es otro reto muy diferente, es la primera vez que lo hago, y creo que es algo que no se puede aprender si no lo haces.

¿Esperabas indicaciones de alguien, inconscientemente, aun sabiendo que eras la jefa?

Es un proceso solitario, como el montaje, diferente, donde compartes energías creativas y decisiones con el equipo. Pero el proceso es muy solitario también y el que lleva la película en sus espaldas del principio al fin es el director, y el que se queda con la película el resto de la vida en su interior, también.

¿Cómo surgió Manto de gemas?

Sabía que quería hacer una película sobre la descomposición social, en el campo, donde vivo. Pero no sabía qué historia contar. Escribí un guion, pero la película realmente se armó al entrar en contacto con las personas del lugar, entrevistándolas, y finalmente entendí el motor de la película, que tal vez tenga más de un significado, pero allí encontré su forma.

En tiempos en donde nos estamos acostumbrando a la brevedad y lo armado, ¿cómo fue imaginar un relato que exige del espectador?

Hubo tres momentos. Uno este que te comenté, en la escritura y el contacto con la gente. Yo sabía que no quería hacer una película sobre el narcotráfico ni de denuncia, sino una propuesta sobre la inquietud que me hizo salir a buscar respuestas, una herida que tenemos en la sociedad, marcada por el miedo, de no estar construyendo algo en común, y siendo partícipe de una degradación potentísima. Luego vino el momento del rodaje, que una vez Carlos me dijo o le escuché decir que era el momento de recibir, y lo entendí, sintiendo que finalmente uno construye y elige todos los elementos para luego aquietarte sin saber qué es lo que realmente será. La duda es el elemento primordial en cada momento de la construcción, y luego el montaje, momento voluntarioso en el que tienes que volver a poner en práctica tu capacidad para llevar las cosas a donde crees que tiene que ir.

Para el montaje llamaste a colaboradores…

Desde el comienzo sabía que la iba a editar yo, pero quería compartir ese momento con alguien porque si no todo se vuelve un soliloquio que puede ser laberíntico. Edité en pandemia y tuve dos momentos de edición en colaboración con un editor a quien respeto y quiero mucho, y un proceso más largo con Omar Guzmán, y el resto estuve sola. El montaje fue muy largo, de dos años, porque rodamos en dos partes por la pandemia, y Carlos, mi esposo, también estuvo involucrado.

La película habla de la violencia, pero decidís mostrar que una palabra, un susurro dicho al oído es más violento que otra cosa. ¿Cómo pensaste esto?

Quise trabajar con una amalgama de sensaciones y entendí que eso lo iba a lograr con todas las herramientas cinematográficas, no solo con la narrativa y el seguimiento de los personajes. Por eso siento que las protagonistas acarrean un poco la vivencia, la experiencia temática de la película. Creo que la violencia, en todas sus manifestaciones en México, han estado tan presentes entre nosotros, con series que han glamourizado esta tragedia, que se termina normalizando esta tragedia y la convierte en un producto, le pone envoltura y aprendemos a convivir con eso sin hacer nada. Es muy complejo lo que pasa en México hoy y quise expresar alguna parte en la Argentina.

¿Sensaciones con el estreno?

Por motivos prácticos y vivenciales, y emocionales, es que siento muy cerca al país, y creo que hoy las expresiones artísticas van más allá de las nacionalidades. Siento que cree una vasija que será completa por las experiencias de los espectadores. Que se pueda traducir desde las experiencias propias de los argentinos me estimula. Me interesa que se vea allí, porque hay parte del equipo que es argentino y además Benjamín Domenech ha sido un compañero increíble durante todo el proceso de la película, muy cercano, desde siempre, entonces estos elementos argentinos son parte del corazón de la película.

 

Más artículos
Franco Burattini: El Señor de las Armas