En “Miserere”, la lúcida mirada de Francisco Ríos permite acompañar a un grupo de trabajadores sexuales de la mítica plaza, centro neurálgico de la Ciudad de Buenos Aires, y en donde los sueños y deseos se fusionan en unas pocas monedas en la oscuridad de un cuarto.
Sin golpes bajos ni eufemismos, la mirada lúcida del director permite acompañar el día a día de un grupo de hombres y jóvenes que venden su cuerpo para sobrevivir, y en Haciendo Cine dialogamos con el director a horas del estreno.
¿Cómo surgió la idea de Miserere?
La idea de MISERERE nació en el año 2011 a partir de un encuentro fortuito que tuve con un trabajador sexual en la estación de trenes de Once, en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. Yo por entonces era vecino del barrio pero desconocía esta realidad que sucedía a pocas cuadras de mi casa, ya que la estación y la plaza eran sitios de paso para mí, lugares donde no me detenía. Al acercarme descubrí una realidad que a pesar de ser visible, es ignorada por la mayoría de las miles de personas que atraviesan la estación a diario. En el proceso de investigación encontré que había poco material sobre trabajo sexual masculino, me encontré con que era una realidad invisibilizada y mediáticamente criminalizada. Descubrí que era una realidad además de mucha vulneración. Los taxi boys están expuestos cotidianamente a situaciones de extrema violencia, son blanco de abusos de las fuerzas de seguridad, la clandestinidad y precarización de su actividad los expone al riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual y al abuso de consumo de sustancias adictivas. Es tal la vulneración de los trabajadores sexuales masculinos callejeros que corren el riesgo concreto de una muerte temprana. Frente a esta situación, decido aportar desde mi lugar visibilizando esta realidad con el largometraje.
¿Cómo seleccionaste a cada uno de los protagonistas?
Durante varios años realicé entrevistas en audio a muchos taxiboys que trabajaban en el Once. Esto me permitía comprender mejor la actividad para poder guionar, pero también conocerlos, establecer un vínculo. Uno de los primeros filtros para poder seleccionar a los protagonistas fue que representaran alguna característica particular que consideraba importante que estuviese presente, por ejemplo, que realizara una actividad de venta ambulante, ya que el trabajo sexual masculino es parte del entramado de actividad ligadas a la economía popular. El filtro definitivo fue que estuviesen de acuerdo en ser mostrados en una obra audiovisual, ya que gran parte de ellos realiza su actividad en la clandestinidad y su vínculo cercano desconoce que lo hacen.
¿Qué trabajo hiciste con ellos para que te abrieran su mundo?
Considero que lo principal fue pararme desde la honestidad desde el inicio, ser claro en mis intenciones de realizar el largometraje, dejarles claro que no quería sacar ningún provecho personal. Me vinculé siempre desde un lugar de respeto, de escucha atenta y de afecto, sin juzgar sus decisiones. Mi vinculación con el Once y con los muchachos, fue extensa en el tiempo, fueron años. Siento que mi manera de vincularme es la que abrió la posibilidad de realizar la película, de otro modo, el mismo grupo de taxiboys del Once no hubiesen permitido que rodáramos.
¿Tuviste que pedir permisos para filmar en la estación y plaza?
El equipo de producción realizó un gran trabajo en este sentido, ya que no es sencillo rodar en el Once y mucho menos en el interior de la estación.
¿Qué reflexión haces al ver que la realidad de la plaza y sus protagonistas sigue igual o peor?
Considero que la realidad de los protagonistas aún tiene mucho para ser modificada. Posterior a la realización de la película, nos empezamos a vincular con organizaciones y referentes con el objetivo de modificar algo de lo que sucede, especialmente con el Sindicato de trabajadorxs sexuales de Argentina, AMMAR. Los trabajadores varones cis del Once, a diferencia de las mujeres cis y mujeres trans, no están organizados y deseo que en algún momento esto ocurra, porque pienso que la salida en este sentido es colectiva.
Sé que la película tuvo inconvenientes de exhibición el año pasado. ¿Que llegue ahora al Gaumont reivindica ese mal momento?
Llegar al Gaumont es un logro muy importante de todo el equipo, ante todas las dificultades que atravesamos, incluida una censura de la película en una provincia porque desde el área de Cultura consideraban que podían tener problemas si la exhibían. Algo muy significativo es que para las y los trabajadores sexuales del Once el cine Gaumont es muy importante. Los varones sobre todo, se trasladan con mucha frecuencia a Congreso, por la cercanía, y paran en ocasiones en la plaza frente al cine. Este cine es un espacio de esparcimiento y fue además, previo a la pandemia, un espacio de higienización y descanso para las personas que están en situación de calle en la plaza de Congreso, incluidos muchos taxiboys del Once.
¿Con qué te gustaría que se conecte la gente al estrenarse la película?
Creo que hay varias cosas. Por un lado, poder repensar nuestro vínculo con la ciudad y las realidades que nos circundan que en la vorágine de la dinámica que a veces llevamos, no nos detenemos. Por otro lado, siento que es importante aportar a la visibilización de la realidad de los trabajadores sexuales masculinos, una realidad muy poco conocida, y muy necesaria en los debates actuales dentro del feminismo sobre la cuestión de la prostitución y trabajo sexual. Finalmente, algo que viene ocurriendo desde que iniciamos a mostrar el largometraje, que se movilicen acciones concretas que modifiquen la realidad de los varones trabajadores sexuales callejeros, algo que estoy convencido es posible pero exige mucha paciencia y tal vez veamos los resultados dentro de muchos años.