“Rancho”: Pedro Speroni tras los pasos de la libertad

Luego de su paso por el BAFICI del año pasado, la ópera prima de Speroni tendrá estreno simultáneo en varias salas

En Sala Lugones, Malba y Cine Gaumont (desde el 9 de junio), se puede ver «Rancho», ópera prima de Pedro Speroni que muestra la vida en una cárcel de máxima seguridad partiendo del deseo de Iván, un boxeador, de salir en libertad.

Con un registro íntimo en el que no se buscan golpes bajos o espectacularidad, el director nos lleva dentro del “rancho”, en el que conviven hombres con ansias de libertad y de seguir aprendiendo. Haciendo Cine dialogó con Speroni para saber detalles de la propuesta.

¿Cómo surgió la idea de la película?

Cuando era estudiante de cine fui a Devoto a alquilar unos equipos y me encontré con la fila de mujeres que visitaban a sus maridos en la cárcel de Devoto. Me llamó muchísimo la atención ver a esas mujeres, había más de 300 y todavía faltaba una hora para que pudieran ingresar. Hacía frío y muchas estaba con sus hijos acuestas. Empecé a ir a la puerta de Devoto todos los días durante tres meses. Al principio fue difícil, no me daban mucha bola. Era un poco frustrante pero yo seguí yendo. Con las semanas empezamos a genera un muy lindo vínculo con la chicas, de mucha confianza y empecé a comprender que hacían esa fila todo los días. Luego de esa confianza generada con ellas fue posible hacer un corto sobre su vida, que se llama “Peregrinación”, que termina justo en el momento que ingresan a la cárcel. Las chicas me hablaban de sus maridos, de las vidas de sus maridos allí adentro. Y eso me generaba mucha curiosidad, ganas de entrar. Más después de haber conocido a las chicas y haber visto en ellas gestos de mucha confianza hacía mí. Así fue cómo surgió la idea y las ganas de entrar allí.

¿Cómo accediste al penal?

Tuve la suerte que alguien viera el corto “Peregrinación” en el BAFICI y que me presente al director del penal que quedaba a unos 200 kilómetros de Buenos Aires. Un día me tomé el colectivo y me baje en un pueblo a unas cuadras del penal. Allí me recibió el director y me permitió entrar a un pabellón de máxima seguridad. Sentía mucha adrenalina esa primera vez. Una vez en el pabellón me recibió el Viejo Artaza, un hombre de 60 años que estaba preso hace más de 30. Recuerdo que me hacía muchas preguntas y me miraba con mucha curiosidad. Nos quedamos charlando varias horas en su celda. Tiempo más tarde me dijo que aquella vez en realidad pensaba que yo era un infiltrado de la policía porque nunca había visto caminar a un muchacho joven con tanta libertad en una cárcel. Esa tarde me fui con sensación que no podía explicar pero con mucha ganas de volver. Así fue que volví al mismo pabellón y viví con ellos durante un año generando un vínculo muy fuerte de confianza.

¿Cómo fuiste eligiendo a los “personajes”?

MI manera de elegir los personajes fue más bien intuitiva. Creo que me fui sintiendo identificado con ellos y por la confianza que me daban en poder conocer su vida. Primero con el viejo Artaza, el líder del pabellón, y su historia de estar preso 30 años y haber encontrado de alguna manera su lugar allí. Luego empecé a conocer unos muchachos jóvenes, de mi edad, y eso también me genero mucha empatía. Eran muy cercanos a mi edad y en muchas cosas éramos muy parecidos. Después Pablito, el muchacho que mata a su padrastro: estaba filmando una escena y de casualidad él cuenta un poco de su historia, triste pero muy compleja y allí empecé a seguirlo. Después el boxeador me interesó mucho, porque más allá de ser un tipo muy rudo, era también una persona que me cuidaba mucho dentro del pabellón y ese gesto para mí era muy conmovedor.  Pero sobre todo la elección de los personajes fue por sentirme muy afín a ellos y por el vínculo de confianza generado con ellos.

¿Qué pasó cuando les propusiste hacer la película?

La propuesta se fue dando con el tiempo. Al principio le dije que quería hacer una película pero creo que fue una propuesta más bien inocente porque nunca había filmado un largometraje y no sabía cómo encararlo ni tampoco conocía a los presos. Con el tiempo fuimos generando muchísima confianza y luego de vivir con ellos un año, de comer con ellos, de ver TV en la celda, hasta de bañarme en el pabellón se fue dando naturalmente la confianza y ahí es donde sentí que fue decantando la propuesta de hacer la película y ellos estaban también con mucho entusiasmo de contar sus historias.

¿Qué fue lo más difícil de rodar?

Lo más difícil de rodar fue las visitas. Porque son un momento de mucha intimidad donde ven a sus familias, quizás después de muchos meses. Y ellos me dieron la confianza de entrar y poder filmar. Fue muy difícil porque esa confianza también significaba mucha responsabilidad para mí. No podía fallarles. Y a su vez mientras filmaba la visita sentía mucha emoción por verlos felices con sus familias. Yo ya los conocía y había un vínculo muy fuerte, por eso me emocionaba mientras filmaba ese momento. Filmar la visita fue una mezcla de emoción y a su vez de responsabilidad por dejarme entrar a un lugar tan íntimo para ellos. Recuerdo que ese día de rodaje lo terminé triste, muy cansando, no solo por la visita y por cómo se despedía de su familia, sino también porque me daba cuanta que realmente ellos confiaban en mí.

¿Te pidieron que no filmaras algo?

No, siempre me dieron mucha confianza, tanto los presos como el servicio penitenciario. Podía caminar por el penal, por los pasillos, por el pabellón libremente. Y me dieron la libertad de filmar lo que quisiese. Y esa confianza que me habían dado también se las tenía que devolver y en todo lo que yo filmase sabía que no podía traicionar al servicio penitenciario y sobre todo a los presos que me habían confiado sus vidas.

¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?

Estoy trabajando en Los Bilbao, película que trata sobre la vida de unos de los presos que queda en libertad en Rancho, Iván, el boxeador. La película está en proceso de edición y ganó el concurso de documentales del INCAA y la película estuvo en el WIP del festival de Mar del Plata y en el WIP del festival de Guadalajara. Cuando estaba editando el material me encuentro con la libertad de Iván y en un momento le dice al guardia su dirección. Ya había generado mucha confianza con él y como dije en otra respuesta, él me había cuidado mucho en la cárcel. Por eso cuando escuche su dirección en el material decidí ir a su casa (en Chascomús) y ahí fue donde empecé a generar mucha relación también con su familia y decidimos hacer la película. A su vez estoy trabajando en el proyecto “Hermanas”. Estamos en etapa de desarrollo y es la vida de las mujeres en un penal femenino.

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