Por Mariano Oliveros
Majo Staffolani es una fuerza de la naturaleza. Es lo primero que surge de hablar con esta realizadora de origen misionero de 29 años. En el BAFICI de 2018 presentó su segunda película, un drama LGBT llamado “Román”. En ella, asistimos al despertar sexual de Román, un callado agente inmobiliario de cincuenta años casado y con una vida apocada que comienza, casi sin darse cuenta, a sentirse atraído por otro hombre, veinte años más joven que él.
Con economía narrativa y una puesta en escena que no tiene nada que envidiarle a una producción industrial del cine argentino, Staffolani emite psicologismos, juicios y descripciones, construyendo a sus personajes a través de sus pulsiones.
Más allá de los valores cinematográficos de esta segunda película de la directora, lo que encontramos detrás de escena son varios datos a destacar. Primero, toda una declaración de principios al armar un equipo de rodaje que se conformó en un 95 por ciento de mujeres.
Segundo, la urgencia de trabajo que surge de los datos crudos: la realizadora escribió la película en dos noches, la pre-produjo en una semana, cinco días de rodaje y cinco días para el primer corte editado.
El resultado atrajo la atención de Vanesa Ragone, quien se asoció como productora para asistir en la post, y fue parte de la Competencia Latinoamericana del BAFICI de ese año.
Esto es parte de una filosofía de trabajo: la ópera prima de Staffolani, “Colmena”, fue rodada en 11 locaciones y 23 decorados en un lapso de 5 días en C.A.B.A. y Provincia de Buenos Aires. Habían trabajado en ella más de 70 personas delante y detrás de cámara; logrando la participación de cinco naciones latinoamericanas.
Luego de un recorrido internacional que envidiarían la mayoría de los realizadores de cine de autor, “Román” llega a la plataforma Cine.ar donde se verá de manera gratuita.
Sobre todo este proceso hablamos con Majo Staffolani.
“Román” es tu segunda película. ¿Siempre estuvo la idea de hacerla independiente o buscaste los caminos de lo industrial?
Hacerlo independiente fue una decisión. Hace poco decía que el cine independiente, hoy, es la única manera de hacer las películas que nosotros queremos hacer. No soy muy adepta a suplir las necesidades de otro creador, en particular con este tipo de cine que viene muy saludable. En el caso de una película como “Román”, no veo otra opción que hacerla independiente y con 95% de técnicas mujeres. Todo fue una decisión muy a consciencia, asumiendo los riesgos de hacer una película que resulta ser de una envergadura bastante grande para lo indie. No estoy hablando de estar a la altura de una película taquillera pero no hay diferencia a nivel calidad de imagen, sonido y actuación entre nuestra película y una de cine de autor industrial que puede sostenerse varios meses en cartel. Entonces asumimos esa envergadura, que en criollo significa gastar todo lo que tenés en la película y comer polenta durante tres años. Y después cuando estás un poco mejor económicamente le ponés queso a la polenta (risas). Pero creo que el cine independiente es indispensable para un momento tan crítico y horrendo a nivel de producción y apoyos a la producción como el que estamos pasando.
¿Fue una película a la que llegaste diciendo “quiero filmar ESTA película” o tenías distintos proyectos?
Me pasa que cuando quiero filmar filmo, pero te lo digo desde un buen lugar. Como no depende de ninguna otra voluntad que la mía y la de mis amigos y amigas, cuando hay que hacerlo, lo hacemos. Pasa que en el cine independiente nadie te da un manual de cómo es el proceso posterior a hacer una película. Entonces filmé mi ópera prima, “Colmena”, en 2016 y estrenamos comercialmente en 2018, para descubrir cómo era el circuito. La gente no suele ser muy amigable para decir: “vení, se estrena por aquí o por allá”. “Colmena” la pudimos pasar en el Gaumont y en el Cosmos luego de pasar por el festival Asterisco.
La verdad que llegué a esta película a través de una persona muy allegada a mí que toda su vida fue heterosexual, y un día me cita, se prende un cigarrillo (ella no fuma) y me dice “estoy teniendo una historia con una mujer”. Me contó eso, tuve unas reuniones después de juntarme con ella, y a la noche escribí “Román”. Me pareció muy interesante como a los cincuenta años una mujer puede pasar de tener una vida hetero-normativa y de repente poder decir “estoy enamorada de una mujer”. A los personajes principales los transpolé a otro género (protagonistas masculinos) para no tener a esa persona tan cercana. Pero el motorcito, o el germen de la historia, nace de esa experiencia en particular. Lo mismo me había pasado con “Colmena”: hay experiencias que me atraviesan tan fuertes que no me queda otra que gritarlo.
¿Y cómo encaraste la producción?
Fuimos un equipo de tres personas, mis dos mejores amigos y yo, que también habíamos sido los productores de “Colmena”. Tenemos una productora independiente que se llama “Vivo Siendo Cine”, que tiene siete años ya. Hace siete que venimos produciendo de esta forma. Igual, llego a “Román” con una película propia encima, y con otras diez en las que me encargué de la producción y muchas de ellas las realizamos con esta misma metodología, de rodajes que no llevaban más de una semana: diez cortos, un teaser, videclips. Ya teníamos un training bastante copado, un camino recorrido dentro del independiente que nos daba esa seguridad. “Si no salió mal Colmena, que era una locura con más de 90 escenas, no va a salir mal Román”. Acá estábamos más contenidos, con unas 40 escenas, 6 locaciones. La escribí partiendo de la base de que se iba a hacer en cinco días. Y con esa metodología sacamos unos préstamos para financiar el proyecto y salimos a producir. Hubo ocho días de pre-producción (la DF siempre se acuerda, Mariana Bomba, y ella me dijo: “me parece una locura lo que me estás diciendo, pero bueno, dale”). Ocho días de pre, cinco de rodaje, diez días de edición.
¿Cómo se organizaron para maximizar los recursos en tan pocas jornadas?
Filmamos en Capital Federal, en locaciones que ya estaban pautadas de antemano: la casa de mi mamá, la inmobiliaria de unos conocidos del barrio, otras casas de amigos. Teníamos también el teatro Colonia y eso sumó. El presupuesto no se podía “derrochar” (entre comillas, porque se supone que deberíamos pagar por el servicio de locación, obvio), pero entre toda la gente del barrio la sacamos adelante.
¿Y los actores?
Había trabajado con algunos de los actores. Siempre me preguntan “¿hacés casting?”, y la verdad es que no. No creo mucho en los castings. No digo que no vaya a hacerlo en un futuro, pero un casting para mí se sujeta a un concepto muy publicitario: necesito una mina que tenga un ojo rasgado, con un lunar a diez centímetros del labio y que hable ruso y chino. Me parece una búsqueda muy pretensiosa porque si buscas eso y que al mismo tiempo dé como actor o actriz dentro de lo que el personaje necesita, pues que loco, fírmame un autógrafo. Lo mío es al revés: tener ya actores en vista y escribir para ellos o en base a ellos. Yo construyo a partir de la persona.
¿Trabajaron con referencias específicas?
No tanto. La D.F y la Directora de Arte eran las mismas de mi película anterior. Hablamos que todo fuera natural, que hubiera una justificación para la luz todo el tiempo, se laburó desde el verosímil más absoluto. Porque el tema también era que los diálogos a veces eran muy filosóficos, que podemos estar vos y yo en el café teniendo una charla filosófica y súper, pero esa misma charla en una película cuesta que quede verosímil.
¿Sentís que la película pueda enmarcase en cierta corriente moderna del cine independiente argentino?
Creo que no porque la metodología de laburo hace mucho al producto también. Eso define la película que vas a ver también. Eso es así y que me venga a discutir Magoya (risas). Abro el diálogo de que vengan de afuera a decirme creo que “Colmena” y “Román” dialogan con el cine de…”; así si, maravilloso. Pero sinceramente son películas que nacen desde un lugar en el que no se labura desde el enfoque de desentrañemos a esta película, o desentrañemos a este autor. Sí te puedo decir a quienes admiro, como Albertina Carri, que es la reina indiscutida, la número 1.
Después de filmar y editar fue directo a BAFICI.
Fue directo. Se terminó de filmar en enero de 2018. Me acuerdo que el 17 se terminó de filmar, al día siguiente se estrenó comercialmente “Colmena” en el Gaumont, y esos días cerraba la convocatoria del BAFICI. El primer corte de “Román”, para poder llegar, lo hice también en cinco días. Otros cinco días sin dormir. Aclaré que era el primer corte, sin color y sin sonido y la mandé. Después de eso me tomé unos días de vacaciones porque sino me agarraba un brote psicótico y a los días me mandan un mensaje diciéndome tu película quedó seleccionada y va a estar en competencia. Básicamente: tenés que volver y ponerte a laburar (risas). Suspendí todo y volví como una enferma. Y tuve la bendición zarpada que Vanesa Ragone se interesa y se comunican desde Haddock para decirme que se quieren asociar como productores. Ahí ellos se encargan de todo lo que fue post-producción de color. Mezclamos en HD Argentina y fue un sueño cumplido. Pensá que en una semana me dicen vas a estar en competencia en el BAFICI y tu productora asociada se llama Vanesa Ragone. Boludo, sigo comiendo polenta diez años más si este es el camino, no me importa.
Afuera tuvo un recorrido muy importante después
Afuera viene teniendo un recorrido hermoso, mucho en Centroamérica, en España, en Holanda, en Estados Unidos, en Francia…, ¡en China!
Las ventas internacionales surgen a través de los festivales…
Todo a través de los festivales. En los encuentros de meeting, y en los cócteles, es la oportunidad para sacarse los guantes y empezar a pelearla. La verdad es esa. Todo lo que se logró, se logró de esa manera. Si me invitan mucho mejor, pero en la medida que puedo intento viajar y acompañar a la película porque es la única manera cuando sos chico. Que los demás se pongan en pedo mientras yo te vendo la peli.