«¡Rompan Todo!», la serie documental sobre la historia del rock latino, es todo un éxito ubicándose en el puesto 23 de las series más vistas a nivel mundial en Netflix. En Argentina, debutó en el sexto puesto el jueves 17, para pasar a la segunda ubicación al día siguiente. Desde entonces, se mantiene en el puesto 2 de la plataforma en nuestro país.
Nicolás Entel tiene una larga carrera como productor de documentales desde su ópera prima (también como realizador) «Orquesta Roja». Pero fue el éxito internacional de «Pecados de mi Padre» lo que lo puso en el mapa de la no ficción mundial.
Con esos y otros antecedentes, Netflix se acercó a Entel para consultarle si tenía algún proyecto en carpeta. La oportunidad golpeó a la puerta y el productor pitcheó el concepto de «¡Rompan Todo!». «El proyecto lo tenía en la cabeza hace mucho tiempo, al tener una relación con varias de las discográficas, en particular con Sony. Y Netflix, un poco montados sobre el éxito que había significado para el género “Making a Murderer”, y conociendo mi trabajo con el documental “Pecados de mi Padre”, viene a preguntarme si tenía alguna idea para hacer una serie documental en español. Ahí es cuando esta idea que tenía en la cabeza empezó a desarrollarse con mucha más forma».
La magnitud del proyecto llevó a que ninguna otra empresa productora o de streaming pudiera ponerse detrás de la propuesta. «Es un proyecto demasiado grande para cualquier otro comisionador», admite Entel. «Hasta donde se yo, ningún otro comisionador se atrevió a hacer algo de esta envergadura en el campo de la no-ficción en América Latina».
El trabajo no fue fácil. Pero, más allá de los recursos humanos y económicos con los que contaron, la serie tenía un as en la manga: la figura de Gustavo Santaolalla como uno de los productores ejecutivos.
«Gustavo fue uno de los primeros llamados», recuerda el productor. «Lo llamé a Sony Music para estar seguro que nos iban a hacer el aguante con los derechos musicales: no sólo con los de ellos, sino también ayudándonos a gestionar con otras discográficas ya que, en ese sentido, no tenía idea en ese momento de qué era de quién».
Al grupo se sumó Picky Talarico como director, mientras que Entel se desempeñó como showrunner.
¿Porqué fue determinante para la producción que estuviera una persona como Gustavo Santaolalla en el mix?
Bueno, estamos hablando de un tipo que sabe: no sólo muchísimo de rock, ya que estuvo presente en muchas de las más importantes etapas de desarrollo del rock español, sino también porque es un tipo que también sabe de cine. Es parte también de este otro mundo. El rol de Gustavo no era el del productor que está en el día a día. Tuvimos charlas interminables con él a medida que íbamos avanzando con el tratamiento para que nos ayudara a entender la historia del rock en español. Y cuando lo teníamos que consultar, le consultábamos. En algunos momentos eran dudas puntuales, alguna duda histórica o importante sobre alguna banda. Y en esos momentos lo llamábamos a él, o a Enrique Blanc en México o Claudio Kleinmann en Argentina, que eran nuestros contactos periodísticos. Pero también, en términos de producción, el nombre de “Gustavo Santaolalla” te ayuda a abrir puertas. La otra cosa muy importante de tener a Gustavo en un proyecto como este es que nos obliga a ser muy rigurosos. Tengo que escribir o presentar un corte sobre un documental sobre la historia del rock y sabés que no podés hacer cagadas. Tiene que estar muy, muy bien porque Gustavo es un tipo que no perdona una. Logró lo que logró por muchos motivos, pero entre ellos por su profesionalismo.
¿Cómo accedieron y organizaron el material de archivo, mucho del cual ve la luz por primera vez?
Fue muy complicado. En América Latina no hay tantas archivistas, hay pocos. Y nosotros necesitábamos archivistas de primer nivel en muchos países. Y segundo, América Latina es una parte del continente que está flojo de papeles. La búsqueda de archivos es como estar en un capítulo de «Law & Order»: la mitad del episodio es el trabajo de detective; y en la segunda mitad, estás en la corte con el trabajo de los abogados. Una vez que tenés el material tenés que empezar a preguntarte: Ok, tal persona tiene ese material en tal formato. ¿Pero quien está en ese material? ¿Quién lo filmó? ¿Quién lo pagó? ¿Quién tiene los derechos de imagen? ¿Quién lo comisionó? Y el tema de los derechos en América Latina es complicadísimo. En el caso de algunos materiales resultó en rastrear hasta a 20 personas por unos pocos segundos de video. Una absoluta locura. Un proceso que encabezaron Víctor Bartolomé y Sandra Sandoval, quienes tuvieron un equipo muy grande con representantes en muchos países.
La serie no sólo cubre los últimos 60 años de la historia del rock sino que también abarca muchos movimientos latinoamericanos del rock. ¿Cómo organizar esa historia de forma organizada y atractiva para el espectador?
Es muy difícil de organizar. Primero tenés que armar la historia a la Felipe Pigna. Hice dos timelines muy completos: una con la historia del rock, y otra con la historia del continente. Y después lo superpuse. Pero eso es lo fácil, lo puede hacer cualquiera. Lo difícil es convertir eso en historia, en el sentido de storytelling. Y la gente cree que hacer documentales es fácil: “ah sí, compro una cámara, el Final Cut y me mando”. Pero no es así; por algo hay miles de documentales sin terminar. Cuando me ha tocado ser jurado en festivales de documentales, el 80% de las cosas que me ha tocado mirar son insoportables. Porque no hay nada más difícil que estructurar y editar un documental de manera que tenga una historia. Y además hacerlo entretenido: algo que no pierda la inteligencia pero encontrar la forma de proponerle al espectador una relación similar a la que tiene con la ficción. Eso era algo que había logrado en “Pecados de mi Padre” y que era el objetivo para esta. No queríamos que fuera un documental de cable básico. Queríamos que, a pesar que mostramos mucho material en una docuserie de 10 horas, se sienta como un documental de los que ves en Sundance.
La serie le da un lugar importante a la mujer dentro del rock, y se encarga de hablar sin tapujos acerca de la misoginia en la escena. ¿Qué expresaban al respecto específicamente los entrevistados?
El tema de la mujer es complicado de retratar. No queríamos mentir. No podés negar el hecho de que hubo menos mujeres que hombres prominentes en la era del rock en América Latina. ¿Porqué? Porque en esa época la discriminación hacia la mujer existía en todos los ámbitos. El rock no fue la excepción. Lo que sí intentamos hacer fue contar esta situación y rescatar el trabajo de muchas de las pioneras del rock, que quizás en algunos casos no son celebradas como se merecen. A medida que vamos llegando a los ochentas y los noventas ya hay más voces de mujeres y es más fácil contar la historia. Y tienen el lugar que tienen en nuestro documental porque se lo ganaron. Fabi Cantilo, Hilda y el resto de las Viudas e Hijas del Rock&Roll, no necesitan que uno cuente de más sus méritos. Sus méritos son enormes y punto. Son carreras que se sostienen solas. Pero no negamos que siguió siendo duro. Hay una frase muy linda de Andrea, de “Aterciopelados”, que cuenta que estaba en el Watcha Tour, que es un festival muy famoso con muchas bandas juntas, y que entre músicos y técnicos eran casi 100 personas, y que había solamente 2 mujeres: ella y una americana que trabajaba en producción. Y cuenta que, a determinada hora, ella se iba a la pieza porque los hombres se ponían en modo cavernícolas y era insoportable estar alrededor de ellos.