La ópera prima de Luciano Romano, «Última Pieza», protagonizada por Néstor Villa y Javier Vaccaro, desanda los pasos de dos personajes que son complementarios a la hora de encarar proyectos, pero que comienzan a dividirse a la hora que uno de estos se “iliumina” sobre aquello que está aconteciendo en su universo personal y laboral.
Con pocos recursos, pero mucha inteligencia, el director nos sumerge en una tensa propuesta que habla de los más vulnerados y del grito de auxilio que exige un cambio de las cosas. Para saber detalles del relato, Haciendo Cine dialogó con Romano, quien, feliz, se muestra ansioso por la llegada a las salas de su película.
¿Cómo te sentís finalmente con el estreno en salas de la película?
Me gusta el cine y la idea era que llegue a una sala de cine. Si bien le tengo respeto al streaming, la idea siempre era que llegue a una sala y se de una experiencia única. Además la película la hicimos con una cámara de cine y todo estaba planeado para que se de esto, haciendo cosas todos los días para llegar de la mejor manera.
¿Cómo lograste la distribución?
Al ser una película independiente autogestionada, una vez que se terminó hubo que esperar mucho para realizar la post producción, sonido y el color. Al terminar la edición, encontramos un distribuidor, KM Sur films distribuciones, y se armó el plan y el circuito. Al ser independiente, y no tener un subsidio estatal, fue difícil, pero se logró y recorrió varios festivales, aquí y afuera.
Del corto al largo: ¿cuáles fueron los desafíos?
Creo que el más grande fue trabajar con materiales y experiencias propias, dándole una forma estética. Eso es lo más complejo, porque no es rápido. Yo trabajo en la construcción, soy contratista de obras, trabajé mucho tiempo con mi padre. Tengo muchas anotaciones y registros, que fueron un archivo, sin forma, hasta que hice el corto y luego el largo, que le dio más profundidad a ese vínculo, con una capa más asociada al dinero y el trabajo propiamente, porque en la construcción es un tema lo económico. Ese fue uno de los desafíos más grandes. Después hubo técnicos y de logística, pero personalmente meterse con cosas de uno, si uno no está lo suficientemente maduro, no podés hacer nada. Yo estaba en un momento bisagra, llevándolo a un conflicto de ficción. Fue un aprendizaje, aprendí mucho.
Fue como de catarsis…
Sí, tal cual.
Son muchas las propuestas que hablan de conflictos entre empleados y patrones. ¿Fue complicado no caer en clichés ni estereotipos?
Tratamos de hacer una película con una estructura clásica: recorrido, transformación. Tuvimos eso en cuenta, y el subrayado viene por otro lugar, sin polarizar tanto, aun sabiendo que la estructura la requería. Pero intentamos ponernos en una mitad, y con grises, no quería estar en un solo lugar y sin olvidar que el personaje tenía un objetivo. Es la primera película que hago y creo que muchas cosas las aprendí en el momento. El guion estaba terminado pero muchas cosas se modificaron ahí.
No era guion de hierro…
No, quisimos hacerlo pero no se pudo. Siempre sabíamos hacia dónde queríamos ir, pero hubo cosas que no quedaron o que surgieron en el momento, que se hacían y sumaban.
Última pieza tiene muchas capas que potencian el relato hablando de cómo, en el rubro se vive, con verdad, independientemente de cualquier resultado…
Para representar la realidad, o cierta realidad, hay que ver cómo el verosímil ayuda a lo que uno conoce o vivió. Una vez me dijeron que imaginara que la película la ve un arquitecto, un doctor, un albañil y desde dónde se pararía a verla. Siento que todos estamos atravesados por cuestiones económicas y hay sectores más vulnerados, y eso traté, de mostrar algo de este sector, que muchas veces viven una realidad durísima sin estigmatizar, porque se lo ha hecho en otras oportunidades, poniendo en el centro sus vidas y no en la periferia, porque es lo que conozco.